En los últimos meses abrieron en Buenos Aires dos museos donde podrán conocer el pasado enterrado de la ciudad como nunca antes. Arqueólogos, antropólogos y zoólogos forman parte del staff de estos espacios fascinantes, que cuentan con entrada gratuita

 BARRACA PEÑA 

Entrar a Barraca Peña es como subir al Delorean y aparecer en la Buenos Aires de siglos atrás. Este sitio arqueológico está situado en La Boca, en un edificio construido como barraca, espacios de almacenamiento frecuentes en la zona y que le dan nombre al barrio contiguo, Barracas. En tanto museo, inauguró en noviembre de 2022 y lo recorrimos junto a Marcelo Weissel, arqueólogo y artífice de que este sitio se encuentre hoy en día abierto a la comunidad.

Weissel supo siempre que quería hacer arqueología urbana en su propia ciudad, estudió la infraestructura de Buenos Aires y poco después llegó a La Boca, donde pudo poner en práctica sus conocimientos.

El eje de la exhibición está puesto en un barco hundido y redescubierto hace pocos años en la zona de Puerto Madero, mientras se iniciaron las excavaciones para un nuevo emprendimiento inmobiliario. En un principio se sospechó que era un galeón, noticia que luego fue desmentida. 

También se creyó durante algún tiempo que el barco podía datarse en 1750, pero en ese momento las embarcaciones que se usaban eran distintas, pequeñas fragatas o corbetas. Ahora se estima que puede haber naufragado en las costas del Río de La Plata a fines del 1600, y que se trataba de un barco de asistencia, de correo de aviso, que más tarde pasarían a denominarse paquebotes. El mismo llevaba órdenes y despachos del rey y se llamaba “Nuestra Señora de los Reyes”, el nombre de la Virgen de Sevilla, la Virgen de los Reyes de la Corona Española.

Por esos años, el gobernador de Buenos Aires había tomado una colonia perteneciente a Portugal, Colonia de Sacramento. Había capturado al gobernador de Río de Janeiro, trayéndolo al Río de la Plata, hecho que prácticamente ocasiona una guerra con la metrópolis vecina. Este barco hundido fue enviado a nuestras tierras desde España con las órdenes reales de devolverle Colonia a los portugueses. 

Poco se conserva de esta embarcación, que al ser sacada del agua y al entrar en contacto con el aire luego de siglos sumergida, comenzó a desmantelarse o a deformarse. Algunas maderas y sogas están conservadas en agua para mantenerlas en buen estado.

En el museo se exhiben también otras colecciones arqueológicas provenientes de excavaciones de Barracas y La Boca, de los años 90, las cuales se conectan con los conventillos, las historias de inmigrantes, del trabajo y de los niños que habitaron estas zonas a través de sus juegos y juguetes. Niños en general con poca infancia, en muchos casos empleados desde pequeños en minas de carbón, como nos ejemplifica la biografía del artista Benito Quinquela Martín.

Se exhiben elementos de cocina, reconstruyendo este espacio central de las casas y su transformación cuando los galeses traen el carbón a la Argentina. Vemos una serie de huesos calcinados y cabezas de ganado abiertas para hacer un plato típico genovés: los ravioles de seso.

Y sin tener que ir tan atrás en el tiempo, en el museo están restaurando unos techos decorados con pulpos pintados, perteneciente a una cantina antigua y desaparecida del barrio, que pronto serán colocados en exhibición. La Boca es un barrio donde abunda la madera, lo que requiere la colaboración de especialistas en su conservación y artesanos que sepan trabajarla y manipularla.

Se están analizando también productos de una excavación realizada donde hoy en día se sitúa Fundación Andreani, investigación iniciada en 2002 con estudios de suelo y finalizada en 2018.

Weissel nos cuenta que las intervenciones en obras de construcción implicaban lo que una época se llamaba arqueología de rescate o de salvataje. Hoy en cambio se habla de arqueología preventiva, donde el ciudadano o la empresa que va a construir tiene elementos legales y órganos de aplicación pertinentes para prevenir hallazgos y tener dentro de su plan de obra la gestión ambiental, incluido el patrimonio arqueológico. 

El edificio de la barraca está datado en 1869. La familia Peña llegó de Galicia en 1764, y se dedicaban a exportar cueros y carnes saladas, que se almacenaban allí. Se conservan registros de la zona porque fueron muchos los artistas que la eligieron para documentarla. En 1830, Carlos Pellegrini retrata esa orilla del río, retomada luego por otros pintores como Pio Collivadino, Lola Freixas o Pacenza.

LA CISTERNA

En pleno casco histórico de la Ciudad, inauguró a mediados de 2023 el esperado Paseo de La Cisterna. Sobre Moreno 550 estuvo ubicada la casa del Gobernador Juan Manuel de Rosas, la misma donde vivió con su esposa Ezcurra y que funcionó también como Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 

En las décadas siguientes, diversos usos tuvieron lugar en la casa. Hacia fines del siglo XIX fue sede del Palacio de Correos; más tarde un taller de cristalería y luego un inquilinato. En el siglo XX la construcción fue demolida para instalar allí un estacionamiento que funcionó entre 1979 y 2016. 

Cuando una nueva empresa adquiere el terreno para construir un edificio, inmediatamente los objetos enterrados comenzarán a salir a la luz. Desde entonces, el Ministerio de Cultura porteño y el propietario del inmueble, José Kohon, acordaron un trabajo conjunto para la apertura del espacio arqueológico en la planta baja, de acceso gratuito.

En 2018 fue sometido a relevamientos arqueológicos y durante 9 meses un equipo interdisciplinario de arqueólogos, historiadores y hasta zoólogos exploraron el terreno. La construcción del edificio debió esperar y contemplar la incorporación de un museo de sitio donde se exhiban todos los objetos hallados. 

El nombre del lugar deviene de uno de los grandes descubrimientos subterráneos encontrados allí: una inmensa cisterna que probablemente haya abastecido de agua no sólo a la casa sino a parte del barrio, en función de su escala monumental y su capacidad de 220.000 litros. La cisterna se usó hasta fines del siglo XIX, tiene 7 metros de diámetro y un piso recubierto con baldosas francesas. Las instalaciones del museo permiten acercarse bajando unas escaleras de cristal que permiten verla en toda su inmensidad.

A partir de los trabajos arqueológicos desarrollados pudieron recuperarse unos 15.000 restos. Se localizaron todo tipo de elementos utilitarios que nos permiten imaginar cómo sería la vida cotidiana en el siglo XIX. Dentro de las piezas de vajilla, seguramente entre los objetos más sorprendentes se encuentran unos platos decorados con la leyenda “Federación o muerte”. 

La agenda de actividades es muy nutrida y permanentemente se brindan charlas y visitas guiadas por el espacio, que cuenta también con un café y una sala de exposiciones temporarias.

Les invitamos a descubrir estos dos nuevos museos y sitios arqueológicos que incitan a la curiosidad y permiten conocer el mejor patrimonio y la historia de la Ciudad de Buenos Aires.