“Me muevo en una silla eléctrica (ese es su alarmante nombre correcto) y mi voz suena como un shofar que imita la voz de una tortuga en el fondo del mar” esta es la autopresentación de María Moreno en “La merma” su último libro. El que condensa su experiencia de vida a partir del accidente cerebro vascular que tuvo el 3 de julio de 2021. Pero es María Moreno y entonces, lejos de una victimización, aunque hay dolores y padeceres contados a su manera, nos lleva a deambular por otros universos. Fiel a su estilo, nos “pasea” por diferentes realidades mientras pensamos, inocentemente, que va a narrar sólo su episodio clínico.

La escritora enuncia inicialmente “no pretendo inspirar conmiseración”. Y no lo hace.

El libro, editado por Random House, está organizado en cuatro capítulos: “La Operación”, “Basavilbazo”, “Un Jardín” y “Biónica”. Es imposible dar cuenta de todas las apostillas que dan color prótesis -existe- a cada capítulo, pero puede intentarse cierta breve y arbitraria reseña:

En La Operación -el ACV afectó el lado derecho de su cuerpo- nos habla de su mano derecha que, de ser “la mano de escribir” pasó a ser un bofe y será reemplazada en ese accionar y trabajosamente, sólo por el dedo índice de la izquierda: “Ahora que soy solo mi lado izquierdo, me da por filosofar (…) ¿Qué somos? Unos espiedos fríos en la soledad de nuestras camas”. Frases que nos regala la autora para salir de cualquier letargo existencial.

A su vez, la conmoción cerebral dio vida a las disartrias -dificultades en el habla- que se transformaron en musas inspiradoras para, por un lado, transformar su estilo barroco de escritura en transparente, minimalista y por otro, convertir su habla y dicción en un objeto auditivo infranqueable, casi amurallado.

En Basavilbazo da cuenta de los días que permaneció en la clínica en donde se siente “un animal capturado, sin acceso al lenguaje pero con la desgracia de comprenderlo (…) mi cuerpo entero inmóvil como el de una momia o un muerto en una trinchera. Me hacen la inevitable pregunta: “¿Para qué lado rota?” Da cuenta de su gran lucha por resistir a la imperiosa orden de los kinesiólogos para volver a pertenecer al “Ejército de los erguidos”, algo que no formaba parte de sus intereses. En estas diatribas cotidianas, María saca a relucir una vez más, su sello contundente e histórico de cronista y plasmar la convivencia con el entorno médico asistencial.

En Un Jardín la paciente, no tan paciente, ve afectada su coquetería. Las cuidadoras le dicen ¿Quién te va a mirar? Ella tan sólo quiere que la vistan con ropas que combinen. Lejos de cualquier atisbo de frivolidad, es un contundente reclamo de dignidad disca. Para dar más fuerza a las protestas reivindicatorias, trae al ruedo “¿Por qué grita esa mujer?” el poema de Susana Theron. Y enarbola su decir sobre las cuidadoras o no tan cuidadoras: “Yo grito a las que debieran estar atentas, duermen a pata suelta o fingen no oírme”.

En Biónica, nos enteramos que existen prótesis de fibra de carbono marca Flex Foot y es la que usa la deportista argentina María Inés Mato. La nadadora la bautizó Fellini. Se recomienda leer más para saber sobre ese particular vínculo. En ese mismo capítulo, aparecen otras relaciones, influencers de Tik Tok y hasta sexo pago. Por otro lado, accedemos a un menú ilustrativo clasificatorio inusual: mano de plomo, mano biónica, mano Tesla, mano mecanotrónica, etc.

Pero eso no es todo. Como se preavisó al inicio, hay escaramuzas que nos desvían en varias oportunidades de la crónica y centellean nombres como Marta Minujín, Néstor Perlongher, Marguerite Duras, Piglia, Roberto Arlt y varios más.

“La merma” es un libro audaz que aborda con ironía temáticas sensibles como la enfermedad, la discapacidad, el cuerpo limitado, el mundo médico asistencial: “Ahora vendrán los premios y los reconocimientos que, en el fondo, se deberán a mi silla de ruedas y no a mí”, dice la autora. En esa misma línea de pensamiento, al momento de presentar su obra y como saludo inicial expresó: “Volví y soy cuatro ruedas”.