Sin lugar a dudas, James Cameron es uno de los cineastas más importantes de los últimos cuarenta años. No solo ha cosechado enormes éxitos y dirigido dos de las películas más taquilleras de todos los tiempos, sino que también es responsable de potentes innovaciones técnicas y narrativas que impulsaron a Hollywood -y al cine en general- hacia nuevos horizontes.

Pero todo ese recorrido fue en base a sangre, sudor y lágrimas, a una multitud de eventos que prueban que Cameron es tan brillante como megalómano y que el conflicto puede ser un combustible perfecto para la creatividad de ciertos artistas. Aprovechando el reestreno en cines de Avatar, les dejamos un recorrido anecdótico de las experiencias que no solo marcaron a al director sino a la gente que trabajó con él a lo largo de su filmografía.

Un duro comienzo

La ópera prima de Cameron no le trae precisamente buenos recuerdos: Piraña 2 podría haber acabado con su carrera antes de que realmente comenzara. Cuando iban apenas dos semanas de rodaje fue despedido sin justificación alguna por el productor italiano, que tomó el control del proyecto. Pero ahí no se acabaron los problemas: cuando el realizador pudo ver el corte final del film, resultó que era horrible y quiso que su nombre no estuviera vinculado. Sin embargo, el productor no hizo caso ya que la película no podía tener un italiano como director. Todavía hoy, Cameron niega toda relación con la obra maldita, aunque su nombre ha quedado injustamente asociado a ella.

Terminator: postergaciones, trabajos múltiples y un rodaje estilo guerrilla

Originado en una pesadilla que tuvo durante la etapa de postproducción de Piraña 2, el guión de Terminator fue vendido a su socia (y luego esposa) Gale Anne Hurd con una sola condición: conseguir que él estuviera a cargo de la dirección. Contra todo pronóstico, la promesa fue cumplida y vino con una sorpresa adicional: en vez de interpretar al héroe de la historia, Arnold Schwarzenegger eligió encarnar al villano, su rol más icónico.

Como el actor estaba comprometido para filmar Conan, el destructor, la producción debió retrasarse nueve meses. Cameron quería seguir trabajando, pero no contaba con el tiempo suficiente para hacer otra película. Por eso empezó a escribir los guiones de Aliens 2: el regreso, Rambo II y realizó modificaciones para Terminator. Escribía por las noches, en escritorios separados, manteniéndose despierto en base a una cantidad industrial de café.

Cuando llegó el momento del rodaje, Cameron apeló a un estilo “guerrilla” para no tener que tramitar permisos para ciertas escenas. Esto implicó arribar a una locación específica, rodar la secuencia y huir antes de que llegara la policía. De ahí que muchos extras en realidad no son eso, sino gente común que ni sabía que estaba en una película. La arriesgada apuesta tuvo resultados estupendos: Terminator resultó ser un pequeño gran éxito que puso al cineasta en el mapa.

Aliens: choque de miradas

Después del suceso podríamos pensar que las cosas iban a resultar más simples, pero la experiencia de Aliens 2: el regreso, probó lo contrario. El rodaje tuvo lugar en los Estudios Pinewood, en el Reino Unido y la mayor parte del equipo fue muy hostil con Cameron, a quien consideraban un don nadie. El respondió en consecuencia hasta el punto de jurar no volver a trabajar en esos estudios, una promesa que cumple hasta el día de hoy.

Sin embargo, Cameron contó con dos importantes aliados, el diseñador de producción Peter Lamont, a quien pidió que saliera del retiro para trabajar en Titanic y Sigourney Weaver, quien no estaba convencida de volver a interpretar a la Teniente Ripley hasta que leyó el guión. La actriz quedó enamorada, en particular la relación materno-filial que entablaba con Newt, una pequeña sobreviviente. Y no se equivocaba, porque el rol le valió su primera nominación al Oscar. De hecho, esta secuela terminó llevándose dos premios de la Academia.

El abismo, o cómo ponerse al borde del precipicio

El éxito empoderó a Cameron a niveles nunca antes vistos y El abismo fue una consecuencia lógica de eso, aunque el poder adquirido vino con un costo enorme. El rodaje de la película fue tan riguroso y problemático que el equipo y elenco utilizaba nombres degradantes para referirse al proyecto, como El hijo del abismo y El abuso. Hubo problemas con los tanques de agua, destrucción de equipamiento, jornadas de 18 horas que generaban agotamiento, infecciones ocasionadas por la sumersión y el frío, y hasta una amenaza de bomba.

Pero lo peor era Cameron, que aplicó un comportamiento dictatorial, llevando a los protagonistas, Mary Elizabeth Mastrantonio y Ed Harris, a sus límites corporales y psicológicos. De hecho, Mastrantonio sufrió un colapso emocional y físico, y para Harris la experiencia fue tan traumática que se rehúsa a hablar de eso.

Mentiras verdaderas: la obsesión al servicio de la comedia

Luego de la oscuridad que emanaban las dos entregas de Terminator, Aliens y El abismo, se podría pensar que Cameron querría realizar un proyecto menos ambicioso y riesgoso. La respuesta fue sí, pero no. Es cierto que Mentiras verdaderas es, ante todo, una comedia de acción romántica, pero eso no significaba que Cameron dejara de lado su afán de perfeccionismo y sus posiciones inquebrantable.

Por eso logró contar con un presupuesto récord de 115 millones de dólares y muchas licencias. Eso incluyó que, frente a las objeciones de 20th Century Fox, insistiera en contar con Tom Arnold en el elenco, hasta el punto de amenazar con llevar el proyecto a otro estudio. Las amenazas dieron resultado.

Titanic: de casi naufragar al éxito total

Para entender la obsesión y megalomanía desplegada por Cameron, van algunos datos. El cineasta hizo doce viajes al fondo del mar para ver al barco real hundido y captar la dimensión de la tragedia. Proveyó a cada uno de los extras nombres e historias de pasajeros y, en su afán por cruzar una tragedia romántica con el cine catástrofe, hizo gastar la friolera de 200 millones de dólares, el mayor presupuesto hasta el momento.

El rodaje fue durísimo y tanto Kate Winslet como Leonardo DiCaprio la pasaron muy mal, aunque se hicieron amigos. Pero el que peor la pasaba era Cameron, ya que el film parecía destinado al fracaso y él había resignado su salario como director. De hecho, la Fox, que había tenido que asociarse con Paramount para seguir adelante, estimaba pérdidas superiores a los 100 millones de dólares.

En cambio, sucedió todo lo contrario: Cameron vio como Titanic se convertía en el mayor éxito de la historia, recibiendo catorce nominaciones y once triunfos. El director confirmaba -incluso contra sus propias predicciones- que era el rey del mundo.

Avatar: un largo viaje hacia otro mundo

A pesar del prestigio obtenido, la ambición le planteó otro desafío. Originalmente, pensaba estrenar Avatar en 1999, pero los efectos especiales habrían requerido un presupuesto de 400 millones de dólares y ningún estudio se animaba a financiarla, por lo que el proyecto estuvo congelado durante casi una década.

En su busca de realismo, Cameron llevó al elenco y equipo a Hawaii, para que tomaran consciencia de lo que implicaba vivir en la selva, recurrió al lingüista Paul R. Frommer para que inventara el idioma Na´vi y hasta se permitió elegir a Sam Worthington, un completo desconocido. Además prometió que no cobraría nada si la película fracasaba.

El final de la historia es conocida: Cameron se superó a sí mismo. El éxito lo motivó a planificar una saga, que ha tenido numerosas postergaciones. Aún así se vienen cuatro películas más y la primera de ellas, El camino del agua, se estrena en diciembre. ¿Podrá Cameron repetir el éxito? Lo único que sabemos es que nada es previsible con este artista infatigable, inventivo y un poco chiflado.