Estamos en época de elecciones y la discusión política se renueva, lo que nos lleva a debatir y analizarla. El cine, que mucho de esto ha hecho, no espera a los actos eleccionarios y desde siempre tiene en claro que la política se practica en todo momento, lugar y circunstancia, razón por la cual rescata su carácter “artístico”, lenguaje propio y distintivo, artificio épico y su alternancia entre lo mítico y lo territorial. Es por eso que desde ZIBILIA te proponemos un pequeño recorrido por seis películas legendarias que resaltan esta labor. 

Caballero sin espada (1939)

La unión entre el director Frank Capra y esa estrella inigualable que era James Stewart dio como resultado una película sobre los ideales y el idealismo. El relato se centra en Jefferson Smith, un hombre común e ingenuo que por una serie de casualidades, se topa con la oportunidad de ocupar una banca en el Senado estadounidense y termina enfrentado con un sistema plagado de corrupción y cinismo. Sin embargo, esa supuesta ingenuidad que caracteriza a Smith es en realidad una fe absoluta en los valores democráticos y republicanos, una creencia a prueba de balas en lo que puede y debe darle la política a los ciudadanos. Es también una declaración de principios por parte del realizador sobre cómo deben comportarse las instituciones y quienes se desempeñan en ellas. Si el film exhibe una dinámica notable en su narración y puesta en escena, con un trama que fluye de forma perfecta, todo su contenido formal y temático se sintetiza en una secuencia notable en el Senado. Allí, Stewart despliega un discurso que es una suma de ideas hermosas, conmovedoras y, además, posibles. Es que si hay algo que tiene claro esta película es que la política es el arte de hacer posible lo que muchos creen que es imposible.

El ciudadano (1941)

La primera y más emblemática película de Orson Welles es una historia que abarca una gran variedad de temas con enorme solvencia y uno de ellos es la política. Su gran mérito reside en poner a dialogar lo político con otras cuestiones, que van de lo particular a lo general: la ambición de poder, la construcción discursiva de los medios de comunicación, las hipocresías, los delirios de grandeza. El Charles Foster Kane que construye Welles -y que tanto se parecía al magnate mediático William Randolph Hearst- es una figura de gran complejidad capaz de resumir todo eso. Es alguien que parece más grande que la vida misma y, al mismo tiempo, un ser de enorme fragilidad, una ilusión que está siempre a punto de romperse. Al igual que los políticos más importantes de la Historia, es tan real como mítico, tan cercano como distante y por ende, irremediablemente fascinante. Es que para Welles, todo era personal y eso incluía a la política, la disciplina social por excelencia.

Malcom X (1992)

A principios de los noventa, Spike Lee -posiblemente el realizador afroamericano más relevante de los últimos cuarenta años- cumplió uno de sus sueños, y lo hizo en grande. Esta épica biográfica sobre el polémico e influyente líder nacionalista abarca desde sus primeros años de vida hasta su desempeño como miembro de la Nación del Islam, en una película que ya deja clara su ambición a partir de su duración. En sus casi tres horas y media, el realizador aprovecha la figura de Malcom X para trazar un detallado análisis sobre las tensiones raciales que atravesaron y atraviesan a los Estados Unidos. Como gran aliado cuenta con un Denzel Washington que se fusiona con el personaje histórico y a la vez se apropia del rol, hilvanando una versión propia tan verosímil como atractiva. Un film que todavía hoy, a la luz de eventos como el asesinato de George Floyd y el surgimiento de movimientos como Black Lives Matter, conserva una inusitada actualidad. 

La dama de hierro (2011)

Justo cuando Angela Merkel está por dejar su cargo como canciller de Alemania, no viene mal repasar la trayectoria de Margaret Thatcher, quien fue primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990. Un modo muy apropiado de hacerlo es a través de este film de Phyllida Lloyd, que aborda la vida personal y pública de una de las políticas más importantes de la Historia. Con un gobierno que atravesó múltiples conflictos -entre ellos, la Guerra de Malvinas- Thatcher se ganó fama de dura e implacable, a tal punto que su figura fue enormemente divisiva y no dejó indiferente a nadie. Sin grandes estridencias, el film refleja esto con bastante efectividad, lo cual hasta le permite justificar algunas acciones suyas que muchos podríamos ver como cuestionables. Sin embargo, el gran mérito de esta película pasa por la labor de Meryl Streep, que capturó a la perfección esa sutil combinación entre elegancia y firmeza que transmitía Thatcher. Es una mímesis muy particular entre ficción y realidad, que le valió a la actriz su tercer Oscar.

El ministro (2011)

Una de las mejores ficciones sobre la política de los últimos tiempos, esta película de Pierre Schoeller se llevó el Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes y cosechó tres Premios César (el Oscar del cine francés), incluido mejor guión y actor de reparto. Hay algo electrizante y a la vez hipnótico en este film, donde confluyen el thriller con el drama introspectivo, a partir de su relato centrado en Bertrand Saint-Jean, quien se desempeña como ministro de Transporte. Cuando su asesor principal lo despierta una noche para avisarle de un terrible accidente vial, comienza para él una odisea marcada por el debate sobre su labor y las luchas de poder. El título original del film, L'exercice de l'État (que podría traducirse como “El ejercicio del Estado”) es un indicador del interés del realizador por las implicancias éticas y profesionales de la política. Su abordaje es de un rigor llamativo, con una puesta en escena coherente con lo que pide la narración y de una honestidad inclaudicable, que empalma a la perfección con su protagonista. 

Lincoln (2012)

Steven Spielberg es uno de los reyes del entretenimiento puro y directo, pero también un cineasta capaz de reflexionar con innegable profundidad sobre los devenires políticos de la historia de su país. Acá hace foco en el que posiblemente sea el prócer más importante e influyente de los Estados Unidos, en un momento decisivo de su carrera: el punto más álgido de la Guerra Civil, que iba a la par de la lucha por la emancipación de los esclavos. Lo que vemos es un relato repleto de luces y sombras, en el que el director no se apresura a sacar conclusiones extemporáneas, sino que deja que ese presente de hace casi 150 años hable por él. Lo que sobresale entonces no son solo las cualidades de Lincoln como político, sino también las múltiples capas que componían su humanidad, que no estaba exenta de contradicciones. A la vez, detrás de ese líder surge un colectivo de personas de gran diversidad, que supieron unirse con un noble objetivo común, sin saber si iban a triunfar en su cometido. Defensa encendida del debate democrático, el film cuenta con el plus adicional de una magnífica actuación de Daniel Day-Lewis, justo ganador del Oscar.