
Sábado de verano por la tarde. El viento sopla desde el río refrescando el ambiente. El pasto aloja una humedad agradable, anticipando el rocío de la noche que se acerca. Son las 20 h en el jardín de Proa 21. Está por empezar De riesgo, el segundo proyecto del programa Temporada Alta 2025; iniciativa que acompaña y financia a jóvenes creadores en sus procesos de exploración, creación y producción de obras escénicas. Estas se estrenan cada verano.
De riesgo, dirigida por Dana Crosa y Valentina Cottet, nos invita a adentrarnos en el mundo actoral los próximos sábados de febrero. Nos coloca dentro de películas, sets de filmación, ensayos y entrenamientos con el peligro como eje central. Ya que la pieza se dedica a traer a la luz el universo de los actores de riego. Reivindica a estas personas con cuerpos súper hábiles que trabajan casi fuera de foco para promover la magia y el artificio. Sombras que se exponen a caídas, explosiones y golpes con el mero fin de crear ilusiones. Crosa y Cottet nos presentan esa tensión que surge en la coexistencia del miedo y la fantasía.
“No es lo mismo ser invisible —que es lo que queremos—, a ser invisibilizados”, dice uno de los personajes. Y de eso mismo se ocupa este grupo de artistas que no solo investigaron y ahondaron en este submundo, sino que contrataron a un doble de riesgo real, Nahuel Lozano, para que los entrene y coreografíe.
El espacio es utilizado en su plena potencialidad. Los intérpretes suben, bajan, corren, se esconden, trepan, saltan: sorprendiendo al público, que por momentos creyó haberlo visto todo; y no. El escenario es 360 y se convierte en un set, en el far west, en un escenario de lucha, una proyección al aire libre, una prueba. “El jardín es enorme, parece un back de rodaje. En espacios así tan grandes y abiertos hay que meter mucho cuerpo. En ese sentido es una buena manera de habitar el jardín, que es la propuesta del ciclo” confía Dana en la página de Proa 21. A su vez, la original iluminación eleva la apuesta escénica.

Utilizando el humor como clave, este proyecto se ocupa de exhibir no solo el ambiente cinematográfico —con sus metodologías, tratos y formatos—; sino también sus propios lenguajes audiovisuales y escénicos. Es a partir de las risas, el juego y muchas veces el ridículo que los artistas despliegan sus versátiles interpretaciones.
La estructura de la obra llama la atención. Como por escenas desmembradas, avanzamos por la trama que se presenta en un formato de “viñetas que hilvanan escenas sobre el origen, la práctica y los desafíos del trabajo de los dobles” afirman las directoras.
Una de las protagonistas de la noche es la pantalla gigante que corona la pared de cemento que tenemos delante al sentarnos. Nos propone un consumo escénico diferente. No solo en el comienzo anticipa la temática y formato de lo que estamos por ver a partir de la reproducción de retazos de videos que analizan la filmación/armado/animación/edición de películas de acción; sino que se ocupa de regalarnos como público una experiencia de lo doble. Ya que en ella, por un lado, se reproduce lo que se está interpretando a su costado. Por el otro, se puede leer el guion de lo que se está actuando; y llegando al final hasta se proyecta la película que se filmó durante la misma obra.
De riesgo no solo mezcla lenguajes del cine y del teatro, sino que es un espectáculo vivo. En el sentido de que su operación es realizada en el momento y es llevada a cabo por técnicos- performers entre piñas, risas, cuchillos, saltos, vueltas y caídas.