Seis años de trabajo, construcción de un set de filmación de más de 40.000 metros cuadrados, 16.000 plantas autóctonas, pájaros, niños, intención y desafío. Adaptar el libro más aclamado del nobel de literatura Gabriel García Márquez a una serie fue un riesgo que Netflix se animó a tomar de la mano de talento argentino y colombiano. Adentrate en el proceso, los retos, decisiones y controversias de este mega proyecto.

Lluvia de flores amarillas, espíritus que acechan, la peste del insomnio, combatir el olvido, guerras, amar y odiar y morir; es parte del truculento camino que atraviesa la familia Buendía a lo largo de siete generaciones en el libro que marcó un antes y un después en la literatura latinoamericana.

También parte de los 16 capítulos que hacen a su serie; los primeros ocho estrenados el 11 de diciembre del 2024. Una apuesta que generó amantes y detractores, con un éxito demostrado en la multiplicidad de premios ganados —Premios Platino y Premios India Catalina—, en la calificación perfecta de 100 sobre 100 en Rotten Tomatoes y su ubicación en el top tres de las series de habla no inglesa más vistas de Netflix.

Las polémicas detrás del éxito

Más allá de los reconocimientos otorgados por la industria, esta versión de Cien años de soledad deslumbra por sus valores de producción. Existe un consenso en que se destaca por el vestuario, escenografía, fotografía, iluminación y su música; además de su calidad técnica.

Aun así su recepción estuvo llena de controversia y sus críticos no tardaron en aparecer. Dentro de los principales reclamos se encuentran la falta de autenticidad en la representación de elementos culturales propios del Caribe, la imposibilidad de generar una experiencia estética que transmita su poética —clave del libro y llave del realismo mágico—, y el hacer foco en el exotismo selvático. La narración en off basada en pasajes del libro no fue muy aceptada. Sus haters acusan que la necesidad de incluir estas citas textuales da cuenta de la distancia insalvable entre la literatura y el cine, símbolo de la insuficiencia de los recursos propios de lo audiovisual para contar esta historia.

Otro delicado hecho es la negativa que su autor mantuvo por 50 años de no ceder los derechos para su adaptación. “Prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes no que queden totalmente condicionados a lo que vieron en pantalla —afirmó García Márquez en una entrevista radial en 1991—. La novela, deja un margen de creación al lector que no lo deja el cine. La imagen es demasiado impositiva.” Aun así, luego de su muerte, en 2019 sus familiares vendieron los derechos a la plataforma de streaming. ¿Por qué? “La lógica fue que con el paso del tiempo sí o sí realizarían una serie basada en el libro, si no lo autorizábamos nosotros, lo harían nuestros hijos o nietos —confió Gonzalo García Barcha, uno de los hijos del autor en una entrevista—. De esta manera pudimos poner nuestros requisitos.” Estos fueron que se filmara en Colombia, que se hiciera con talento nacional y que fuera rigurosa respecto a la original.

Cómo se contó esta historia

El universo detrás de la pantalla está lleno de curiosidades, decisiones y desafíos. Si a Gabriel García Márquez le parecía demasiado complejo adaptar ciertos elementos como la abundancia de descripciones, los monólogos de los personales y el manejo del tiempo, a sus directores —el argentino Alex García López y la colombiana Laura Mora—, les inquietaba ser fieles al libro y a la vez poder crear una nueva interpretación con su propia personalidad. Por otro lado, al equipo de producción le preocupaba cómo se iba a ver y sonar Macondo, el acceso a las locaciones (pantanos y fincas susceptibles de inundación) debían poder ingresar con cámaras de diferentes tamaños y a su vez construir escenarios y el traslado de más de 1500 personas por día.

Durante el Festival Internacional de Cine de Cartagena, tuvimos la posibilidad de charlar con Paulo Pérez, director de fotografía de la serie y Carolina Caicedo, su productora ejecutiva. “Producir Cien años de soledad, además de respetar la obra en sí, implicaba alterar, de cierto modo, la imagen que han creado millones de lectores sobre los personajes de Macondo” admitió Pérez. La literatura, el cine y la televisión poseen códigos muy diferentes, lo audiovisual requiere un storytelling propio.

Entonces ¿cómo se eligió contar esta historia para la pantalla? Para empezar hacerlo implicó mucho tiempo. Esta producción se empezó a gestar durante la pandemia y requirió de años de investigación además de la inmersión en el contexto colombiano. “Alex venía con una vasta experiencia en producciones complejas como Star Wars, Daredevil y The Witcher que le permitía adentrarse en este proyecto con una visión de escala global pero antes, requirió que se conectara con la cultura costeña. Entrar en contacto con sus selvas, climas y ecosistemas, que deguste sus sabores, que escuche las historias de sus pueblos” contó Caicedo. Además, muchos meses se dedicaron al scouting de locaciones. Se terminó grabando en La Guajira, Magdalena, Cesar y Cundinamarca.

“Dos de las decisiones más importantes tuvieron que ver con contar la trama cronológicamente aunque difiera de cómo se la presenta en el libro. De este modo se facilitaba su comprensión —dijo su director de fotografía—. Y el recurso de la cámara viva. El hilo conductor de la trama es Aureliano; la cámara es él. Vemos lo que él ve a medida que va leyendo el libro que narra los hechos. Esto permite jugar con actores mientras se avanza en tiempo y espacio.” Cuando la cámara no se despega de un personaje, el público tiende a sentir lo que este experimenta. Para ello se decide, siempre que se pueda, utilizar planos secuencia y cortar lo menos posible. “Nuestra búsqueda era que lo máximo que se pudiera, suceda y se resuelva en cámara para reducir el artificio”, confió orgulloso Paulo Pérez.

Tanto su rodaje como la post producción está lleno de curiosidades. Los personajes realizaron en el primer capítulo un éxodo por selvas, montañas y pantanos y el equipo de producción hizo lo mismo. Para poder filmarlo atravesaron más de tres localidades. “Terminamos el día todos mojados, así como nuestros personajes. No hay efectos agregados por computadoras” rio al recordarlo Pérez.

El caos fue parte de la creación. Reinaba la adrenalina al filmar. Su director decidió alejarse de una estética europea tradicional para acercarse a una representación más intensa y auténtica. “Alex venía de filmar en Londres, donde todo es muy pulcro y ordenado, pero a él le gusta el caos. No solo se siente cómodo en él sino que lo considera algo muy latinoamericano y quería trasmitirlo” detalló Pérez.

Macondo es uno de los protagonistas más importantes de esta historia. “Es un lugar imaginario y nos tocó traerlo a la realidad. Construimos el pueblo cuatro veces en diferentes versiones desde cero para mantener la verosimilitud en el transcurso del tiempo —contó su productora ejecutiva—. El siguiente desafío fue darle vida a la casa Buendía. La construimos dentro de una carpa en una finca. Para ello se trasladaron 16.000 plantas autóctonas del Caribe entre ellas maíz, café, plátano, begonias, todas mencionadas en la novela. La decoración de la casa está inspirada en citas textuales del libro y el mobiliario se recaudó de anticuarios y museos colombianos” explica.

A su vez, la propuesta musical trajo sus propios desafíos. Un equipo de musicólogos y antropólogos ayudaron a ficcionar todo lo que sucedía en el siglo XIX en el Caribe. Se contrató a un ornitólogo para que cada sonido de pájaro sea el adecuado. “Cada trino sirve para dar pistas sobre el momento del día o dar tensión y carácter a lo que están viviendo los personajes de la serie” afirmó Camilo Sanabria, compositor encargado de la identidad acústica de Macondo.