"Había una vez un barco", cantan los protagonistas de la obra.

La obra musical ganadora de la Bienal de Arte Joven 2017, fue uno de los éxitos de la cartelera 2018. Emocionante y encantadora, nos llevó a entrevistar a Tomás Wicz y Paloma Sirvén, los protagonistas jóvenes de esta historia.

“Llorar no arregla nada, ahora lo sabe bien. Llorar no arregla nada, ahora sabe qué hacer”, cantan los personajes de Mamá está más chiquita, la obra que ganó la Bienal de Arte Joven 2017. Bajan las luces, cae el telón y compruebo lo que imaginaba: ojos llorosos, pañuelitos acurrucados entre las manos, muecas que parecen sonrisas y suspiros profundos, como si hubiera que tomar aire nuevo para salir del teatro hacia esa vida que pusimos en pausa. Tuve que esperar unos segundos, minutos tal vez, para preguntarle a mi hermano qué le había parecido la obra. “Tengo que confesar que lloré”, me devolvió tímidamente.

Después de hablar con Tomás Wicz entendí por qué me costaba llamarla “comedia musical”. Es que, si bien es una comedia, está atravesada por el drama y expresa las emociones más profundas de los protagonistas a través de canciones. Funciona como una superación del género, algo más allá. La puesta en escena, la calidad de los actores y la presencia de la banda en vivo le otorgan un plus a la armonía de su composición.

  • Déborah Turza y Tomás Wicz en la primera canción de la obra.
  • Déborah Turza y Paloma Sirvén fantasean con un barco pirata en el comienzo de "Mamá está más Chiquita".

Rita (Déborah Turza) es una madre sobreprotectora, que cría a su hijo mayor, Diego (Tomás Wicz), entre algodones y deposita muchas de sus preocupaciones en Clara (Paloma Sirvén), la menor. En medio de una vida abocada a ellos, casi sin tiempo para fisuras, una noticia terminal la hará prepararlos (se) para continuar navegando el barco familiar sin ella. Mientras Diego vive dentro de un universo de fantasías -rodeado de hechiceras, dragones y reyes-, Clara intenta liberarse del ambiente agobiante que se ha generado en su casa en torno a su hermano.

La crudeza del mundo real se tiñe de colores gracias al personaje de Diego. Lo que podría ser un drama desolador se convierte en un canto a la vida, la esperanza y el amor. Hacer metáfora del dolor y la pérdida es la estrategia utilizada por los autores para transformar a este relato en el éxito que sigue sumando temporadas.

Tomás Wicz: "Para el personaje de Diego me preparé mucho"

¿Cómo llegaste protagonizar “Mamá está más chiquita”?

Me mandaron la convocatoria al casting con una escena y una canción. Bastó una escena para que me agarrara una especie de enamoramiento, porque era sumamente profunda. La canción me pareció hermosa, la escuché en el subte y me caían las lágrimas. En ese momento me puse como objetivo quedar en la obra, porque adentro se me había prendido un fueguito. No sólo me planteaba un desafío a mí como actor por la complejidad del personaje, sino que también era conectar con ella desde mi propia percepción del mundo.

¿Por qué crees que cosecha tanto amor del público?

Es teatro musical pero rompe con el prejuicio que tienen muchas personas. Casi podría decirte que es una obra de teatro acompañada por canciones, que no están por capricho, ni tienen un objetivo espectacular. Son la forma en la que los personajes expresan sentimientos y acompañan al relato. Ir a ver una obra que te mueva, que te haga conectar con algo, con la que puedas empatizar o sentirte representado, no sucede mucho.

Con humor y un dramatismo muy fino tocan temas complicados como la muerte, enfermedades y problemas familiares. ¿Cómo compusiste tu personaje para no caer en clichés o banalidades?

Para el personaje de Diego hice una investigación bastante grande y me preparé mucho. Yo no sé qué es lo que tiene científicamente, no es que el personaje está creado a partir de una enfermedad real. Por un lado, fue difícil porque tenía que tomar decisiones de por dónde llevarlo y qué características iban a dibujar esa forma distinta de percibir la vida, esa sensibilidad que por momentos lo ahoga, lo arrolla. Por otro lado, me dio libertad. Además de prepararlo en los ensayos, lo hice por fuera. Hablé con personas que trabajan con chicos con retrasos madurativos, me informé sobre el síndrome de Asperger, sobre bipolaridad, y traté de reunir la mayor cantidad de información. Con eso armé a un ser vivo. Lo que tiene “Mamá está más chiquita” es que es una obra agridulce. Si bien es bastante dura, no va al golpe bajo, pero toca una fibra muy sensible. El autor es muy capo y supo darle un tinte de humor enorme a un drama.

  • Beatriz Dellacasa (Alicia), Tomás Wicz (Diego), Déborah Turza (Rita), Paloma Sirvén (Clara) y Juan Manuel Barrera Hernandez (Germán).
  • Rita recibe la noticia de que se está haciendo más chiquita y va a desaparecer.

Contás la composición de tu personaje y no se puede dejar de lado que venís de una familia de artistas, ¿cómo viviste convertirte en uno?

Yo era un niño y mi mamá (Alejandra Rubio) me llevaba a los teatros, y veía en los camarines la magia de cómo se hacían las cosas. El arte vibró tan fuerte en mi crianza que lo tomé como una forma de vida. A los nueve años le pedí a mamá que me llevara a clases de teatro y empecé a hacer mi camino y a enamorarme de la actuación desde mi experiencia personal. Fue como redescubrirme dentro de ese mundo, por más que había estado cerca de mí todo el tiempo.

Además de las funciones que quedan ¿en qué te podremos ver?

Se va a estrenar una película de Mateo Bendesky que protagonicé cuyo nombre todavía no está definido. Estoy grabando una serie para Cablevisión Flow que se llama “El mundo de Mateo”. Y protagonizo Viaje inesperado de Juan José Jusid, que está en cartelera y habla de la adolescencia, del proceso de pasar de ser un niño a un adulto, de configurarse con la mirada del otro y de cómo eso puede atentar contra tu ser.

Paloma Sirvén: "Sería muy fan de la obra si no estuviese actuando en ella"

¿Cómo llegaste a la obra?

Fue muy loco. Un día estábamos tomando unos mates en lo de Tomi Wicz - somo amigos hace mucho- y él me contó que había hecho una audición para una obra que se llamaba “Mamá está más chiquita”. Y le dije: “me re llama la atención el título, no sé de qué se trata pero me dan ganas de verla”. A la semana me llamó Chapa (Juan Pablo Schapira) y me dijo “te queremos ver para un personaje”. Estaba muy nerviosa, la escena me había gustado mucho y no abundan los materiales teatrales tan lindos.

A Juan Pablo (Schapira), el autor, lo conocía. Yo había cantado en el Método Kairós y le gustó lo que hice. Vino a verme a Los Nixis y yo fui a ver Caso de éxito, una obra que ya había escrito con Ignacio (Olivera). No sé por qué tuvo la visión de que podían tomarme para este personaje.

La obra genera muchas emociones en el público, ¿cómo las vivís desde el escenario?

Solemos escuchar a muchos abriendo paquetes de pañuelitos, llorando o riendo. Con esta obra viví la magia del público, que te entrega algo distinto cada función, y hace que sean todas distintas. Vi la repetición del actor, cómo uno puede, repitiendo el mismo texto, decir algo distinto cada vez. Para mí, Mamá está más chiquita es la obra más linda del mundo. No me quiero creer mil, pero un poco impuse esa frase porque para mí es hermosa en todos los aspectos y yo siento que sería muy fan si no estuviese actuando en ella. Siempre que invito gente a verla les digo “no es porque quiero que me veas a mí, quiero que la veas porque es una obra que hace bien”, siento que es una caricia, un regalo. Es una obra tremenda, me parece una revolución.

Por eso la recomendás a los lectores de Zibilia…

Salir del teatro transformado es una magia que se cumple algunas veces, y acá pasa. Es una obra de teatro independiente de mucha calidad y eso es un valor. Podes ir con quién quieras porque cada personaje tiene una edad distinta y va contando la historia desde un punto de vista diferente, y cada uno se puede poner en los zapatos de quien se sienta más identificado. Hay unas chicas que vieron la obra 32 veces (nosotros la habremos presentado 35), otros vinieron nueve, veinte: es una señal de que pasa algo muy fuerte.

  • Diego tiene dieciocho años, y Clara dieciséis.
  • Clara y Germán participan del mundo de fantasías de Diego.

Actuaste en Violetta, Simona y acá, siempre de adolescente, ¿encontrás algún denominador común?

Yo no soy adolescente hace bastante, creo, si bien ahora la adolescencia está estirada, tengo 25. Para hacer a Clara no me puse a pensar en mí pero sí hay cosas que me resonaron, ella tiene una adolescencia mucho más cruda y adulta de la que tuve yo, porque se tiene que hacer cargo del hermano por un montón de cuestiones. Me hizo poner la lupa en esa edad que atraviesa tantas cosas y no en no caer en el cliché del adolescente rebelde que se quiere liberar de sus padres. Hay muchos adolescentes mucho más adultos que los adultos mismos y no son todos iguales, ni tienen las mismas características.

¿Qué proyectos a futuro tenés?

El 7 de noviembre estreno como directora “Mi sentido pésame”, escrita por Santiago Linari, en el Centro Cultural Freire. Ya noto que me hace crecer como actriz, porque al tener otro rol, uno empieza a entender cómo el actor necesita entregarse y confiar en el director. Además, con Tomi (Wicz) estamos haciendo música y es algo que nos tiene bastante contentos porque lo venimos craneando hace mucho. Ya tocamos en algunos lugares, hacemos un género entre pop y alternativo. Buscamos sonidos novedosos, abrimos los brazos a lo nuevo.