Bajo la escena cultural de los años 60, un ambicioso periodista, llamado Truman Capote, llegó a la elite de Nueva York para convertirse en uno de los personajes más icónicos de la cultura de los Estados Unidos. Con su espíritu disruptivo y excéntrica personalidad, el escritor vio en el periodismo una nueva manera de documentar la realidad: la “non fiction novel”, basada en la utilización de recursos literarios para contar un hecho verídico. De esta manera, Capote irrumpió en el mundo de la prensa y su figura quedó por siempre inmortalizada como un maestro de la prosa.

Hijo de Lillie Mae Faulk y Archulus Persons, Truman Streckfus Persons nació el 30 de septiembre de 1927 en Nueva Orleans. Cuando tenía tan sólo cuatro años, sus padres se divorciaron y pasó gran parte de su infancia en granjas de distintos familiares, en el sur de su país. Fue en aquel entonces cuando el potencial periodista encontró en la escritura un refugio para huir de la soledad que lo oprimía día a día.

En 1932, se mudó junto a su madre y su padrastro, Joe Capote -de quien adoptó su apellido-, a Nueva York. Una vez instalado en la Gran Manzana, Truman se formó en los más prestigiosos institutos, como Trinity School y la St. John's Academy. Gracias a su talento y desempeño, logró entrar a la revista The New Yorker a los 18 años.

A la par de su trabajo, comenzó a escribir su primera novela: “Otras voces, otros ámbitos” (1948). Allí, el periodista cuenta la historia de Joel, un niño inmerso en la búsqueda de su padre y su propia identidad. Bajo una impronta fuertemente sureña, la obra indaga, además, sobre la homosexualidad. De esta manera, Capote convirtió su debut literario en una suerte de autobiografía que se llevó el halago de todos los críticos.

Para finales de los años 50, Capote ya era un periodista reconocido en las altas esferas de Nueva York: fascinó a todo el mundo con sus crónicas en Haití y la Unión Soviética, entrevistó al mismísimo Marlon Brando en un hotel de Kioto durante el rodaje de “Sayonara” (1957) y hasta entabló una amistad con Marilyn Monroe. Fue en aquellos años cuando emprendió la escritura de “Desayuno en Tiffany” (1958), una de sus obras más icónicas.

El autor introduce a sus lectores a la historia de Holly Golightly, una mujer del Upper East Side de Manhattan, que enamora a hombres adinerados en los bares y fiestas más exclusivas de la ciudad. Y, cuando tiene un mal día, su lugar en el mundo es Tiffany, la famosa joyería neoyorquina. Sin embargo, su glamour y chispeante personalidad son sólo una máscara para esconder su pasado y su verdadero origen. En 1961, tal personaje sería encarnado y llevado al cine por la inigualable Audrey Hepburn.

El verdadero giro en la vida de Truman Capote llegaría una mañana de noviembre de 1959: “Rico granjero y tres miembros de su familia asesinados”, rezaba el titular de The New York Times. En unas pocas líneas, la noticia contaba que la familia Clutter - Herbert, Bonnie, Nancy y Kenyon- había sido asesinada durante la madrugada en la ciudad de Holcomb, Kansas, y que se había iniciado una investigación al respecto.

Mientras los medios de comunicación realizaban una cobertura llana sobre el caso, Capote decidió ir más allá y comenzó a escribir lo que sería la gran novela de su carrera: “A Sangre Fría” (1966). Para ello, viajó a Holcomb junto a Harper Lee, su amiga y colega, quien sería una suerte de mentora a lo largo de todo el proyecto.

A partir de ese entonces, Capote, inmerso en aquel pueblo donde abundaba el miedo y el horror, emprendió una ardua y extensa investigación sobre lo ocurrido: entrevistó a familiares, amigos y allegados de las víctimas, se nutrió de todos los documentos policiales y judiciales a su disposición, y hasta creó un vínculo con los asesinos (Perry Smith y Dick Hickock) mientras se encontraban en la cárcel.

Tras haber sido condenados a pena de muerte, los criminales fueron ahorcados el 1 de abril de 1965. En tal fecha, el aclamado periodista dio por finalizada su investigación de seis años. Unos meses más tarde, “A Sangre Fría” fue publicada y se convirtió en un éxito rotundo debido al realismo y la crudeza con la que Capote narra la historia, así como también el nivel de detalle que se desprende de tales páginas.

De esta manera, Truman Capote abrió las puertas a lo que se llamó el “nuevo periodismo”, un género que le permitió coquetear entre los límites del periodismo y la literatura y, así, lograr un relato auténtico y atrapante. “Lo que me motivó a hacer una crónica sobre un caso verídico de asesinato fue algo totalmente literario. Me parecía que el periodismo, el reportaje, podía ser encausado hacia una nueva y seria forma de arte: la novela de no ficción”, contó el escritor en diversas entrevistas.

La fama y el prestigio de Capote comenzaron a decaer cuando, en 1957, se publicó un capítulo de “Plegarias atendidas” en la revista Esquire. Allí, el periodista expone las confidencias e hipocresías de las figuras más importantes del arte y la cultura. Fue por esta razón que la elite de Nueva York, que alguna vez lo abrazó y halagó, le cerró las puertas para siempre. Así, Capote cayó en la depresión, el alcoholismo y las drogas. El 25 de agosto de 1984, murió en una mansión en Los Ángeles.

Revolucionario, audaz y de una pluma cargada de gran sensibilidad, Truman Capote marcó un antes y un después en el periodismo. Adelantado a su época, supo convertir los meros hechos en verdaderas historias, teletransportar a los lectores a aquellos mundos y despertar cientos de emociones. Por esa razón, sus obras continúan vendiéndose en todo el mundo, así como también son una fuente de inspiración para los periodistas de hoy. “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”, escribió alguna vez el aclamado escritor.