Santiago Vazquez es un ser multi-facético, que a partir de su profundo amor por la música, produce, dirige, investiga y crea proyectos que han cambiado nuestra manera de relacionarnos con el baile y la expresión musical. Cansado de ir a boliches oscuros y de techos bajos que abrían a las tres de la mañana para poder bailar, le dio vida a "La bomba del tiempo", uno de los proyectos más rupturistas de los años 2000.

“Los músicos no bailamos, ya habrás oído decir…”, canta el uruguayo Jorge Drexler en uno de sus clásicos, “Don de fluir”. Sin embargo, Santiago Vazquez es uno de esos músicos que ama el baile desde siempre. “No sé si bailo bien, pero me gusta la sensación del baile, y solamente me gusta cuando la música me invita a hacerlo. Es algo rítmico y cultural”, explica.

El problema, para Santiago, era el contexto. No le gustaban las discotecas: ni la opresión del espacio, ni los usos y costumbres. “En la adolescencia, ir a meterme en un espacio negro con el techo bajo, un lugar donde no podía charlar ni ver a las personas, con luces que me encandilaban, no me parecía atractivo. Yo no necesitaba eso para bailar. No me gustaban los antros, la música grabada, el volumen, el encierro, la hora… Ir a bailar a las tres de la mañana me parecía una locura. No me interesaba nada de eso.” De esa necesidad insatisfecha, de poder bailar con música en vivo, música de percusión, al aire libre, en un horario más amable, nació La Bomba de Tiempo.

Hace 15 años, ese proyecto que parecía complejo desde la dialéctica (un grupo de improvisación, de percusión dirigida por un sistema de señas), se transformó en un fenómeno musical y social, con un impacto profundo en la agenda cultural de la ciudad. Más de seis millones de personas pasaron por el ritual de los lunes en la Ciudad Cultural Konex.

En 2012, Santiago decidió desvincularse de La Bomba de Tiempo para darle lugar a otros proyectos: su carrera solista, La Grande (un ensamble orquestal de improvisación, también dirigido por señas, que se instaló en la noche de los martes) y, desde 2019, lidera también Pan, otro grupo de percusión, entre otro proyectos.

Las señas

Autor del Manual de ritmo y percusión por señas (Editorial Atlántida), Santiago explica cómo desarrolló sus ideas musicales que dieron forma a La Bomba y a un sistema que aplicó luego en otros proyectos. “En la cabeza estaba bastante claro, pero al mismo tiempo me resultaba difícil de explicar. Hasta que La Bomba se puso en práctica, la idea de improvisación y la idea de algo bailable y popular, no estaban asociadas. Eran, más bien, opuestas”, explica. Y agrega. “La improvisación se suele entender como algo desorganizado, como algo que los músicos disfrutan y el público, bueno… no tanto.”

Lo importante fue encontrar un nuevo lenguaje. “La música para bailar está relacionada o bien con los folclores, con las tradiciones rítmicas de cualquier lugar (que justamente son tradiciones, no improvisaciones grupales). O sino con la música electrónica, o el jazz o el tango, que está muy compuesta, muy trabajada al detalle y que es lo contrario a una zapada. Entonces me acuerdo de hablar de esto, de un grupo de música para bailar, de percusión y de música para bailar, eso ya solo era un poco chocante. Porque la música de percusión para bailar es la tradicional, no la improvisación. La improvisación está vinculada al mundo de los «músicos», la experimentación. Y de hecho, mi grupo anterior, el Colectivo Eterofónico de improvisación, era cualquier cosa menos popular. Era música experimental, más relacionada con la música contemporánea, el free jazz, que no es música para bailar, en general.”

La solución fue el método.“Sentía que si funcionaba, podía organizar esa improvisación de manera que se parezca a un folclore. Que podamos inventar en tiempo real una música folclórica. Folclores que no estaban hechos, todavía. Para eso era necesario entender qué son los folclores. Cuáles son las claves internas que hacen que una música suene a tradicional, suene a clásico, a algo que no es un experimento. Y ese conocimiento que tiene que ver más con la composición y con el análisis musical, es a lo que me dediqué toda mi vida. A tratar de entender el ritmo, la composición y entender por qué ciertas cosas funcionan, cual es la esencia universal que hace que en el samba reggae, como el candombe, como en el issawa de Marruecos, o la música de Gamelán, el kecak, de Bali. ¿Qué es lo que hace que funcionen por igual músicas tan distintas? Cuando uno se fija, desde un punto de vista muy musical, hay cosas en común. Hay algunas reglas, o leyes, que parecieran ser más universales. A eso es a lo que yo me dedico, lo que más me gusta, como investigador del ritmo, es entender esas lógicas universales. Y esas síntesis, o esas comprensiones que fui acumulando, se convirtieron en señas.

Ale Franov y Nico Cota, dos hermanos musicales

En la charla, surgen dos nombres, de los aliados musicales de Santiago Vazquez en la adolescencia, el tecladista Alejandro Franov (integrante de La Grande y de Pan, en paralelo a una fructífera carrera como solista y con colaboraciones con artistas como Macarena Robledo y Caro Peleritti, entre otras) y el percusionista Nico Cota, que integra Pan.

“Son mis dos hermanos musicales de la adolescencia. De haber crecido juntos, de habernos influenciado mutuamente, de ir descubriendo cosas e ir compartíéndolas. Esas cosas que se dan en la adolescencia. De una tribu, y de una amistad muy creativa. De estar descubriendo el mundo juntos. En el caso de Nico, entró al colegio en cuarto año. Lo vi de lejos y dije, no sé por qué, «este va a ser mi amigo». Me acerqué, ¡y resultó que tocaba las congas! ¡Era músico! Fanático de Chaly y e Prince, y empezamos a encontrarnos a zapar, a tocar juntos. Y a escuchar música. De Miles Davis a Prince. Y al terminar la secundaria lo conocí a Alejandro Franov y también, fue una influencia, que sigue hasta hoy. Por su forma de componer, con un oído muy particular, que sigue hasta hoy. Ale es un genio, un músico que escucha otra cosa. Que está conectado en otra frecuencia, que no tiene que ver con el talento, ni con el esfuerzo. Es algo de otra dimensión. Yo creo que si Ale estuviera en otro lado, donde la industria musical funciona de otra manera, sería como un Hermeto Pascoal.”