
Retomar y renovar. Movimientos que brillan, impactan y conmueven. Cuerpos como intérpretes de eso que fue y al mismo tiempo, del ahora. La tradición y la novedad contemporánea. Es Programa mixto: la última propuesta del Ballet Estable del Teatro Colón bajo la dirección de Julio Bocca. Una hora y media de ballet en tres partes. Piezas inconexas que dialogan en ideas, recursos, formas y/o temáticas trabajadas por coreógrafos de trayectoria internacional.
El programa reúne Paquita de Luis Ortigoza (según la coreografía de Marius Petipa), Chacona de Goyo Montero, con reposición de Carlos Lazaro y François Petit y Por vos muero de Nacho Duato, con reposición de África Guzmán.
Desde lugares y estilos diferentes cada una de las obras gira en torno a España. Ya sea porque su argumento sucede en el país, porque su creador sea español o por el uso de componentes propios de esa cultura. La idea del grupo por sobre las partes, también es una constante a lo largo de la función donde se destaca el número 16. El recurso de la intertextualidad se filtra en Chacona y en Por vos muero; aunque en cada una, los elementos a los que se hacen alusión varían mucho (tanto en época como en expresión). Por más de que al bailar siempre el bailarín le otorga vida a una melodía, en estas dos últimas creaciones, la música cumple un papel fundamental. A veces, el todo no es más que la suma de las partes, así lo demuestran Paquita y Chacona, que supieron ser fragmentos de otras más grandes y hoy funcionan —el grand pas de Paquita y la chacona de Vasos Comunicantes— como ballets independientes.
Con Programa mixto, Bocca se propone abrir nuevos panoramas tanto para el público como para la compañía. Estas obras exponen nuevos lenguajes que van desde lo clásico en Paquita, pasando por lo neoclásico en Chacona hasta llegar a uno contemporáneo en Por vos muero.
Paquita: un clásico con una vuelta de tuerca
Se abre el telón y aparecen los típicos tutús, las bailarinas en zapatillas de puntas y rodetes. La música clásica suena al ritmo de la La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la dirección de Ezequiel Silberstein. Es terreno conocido para el público del teatro.
Cuerpo de baile, solistas y figuras principales bailan la versión del coreógrafo argentino Luis Ortigoza. Una reposición que rinde homenaje al ballet clásico académico y exige prolijidad y virtuosismo. Aun así, esta obra que supo ser más que una suite —un ballet entero— cuyo argumento giraba en torno a una gitana española de familia aristócrata que había sido raptada de niña y luego se enamora de un noble francés que le permitirá descubrir su verdadero origen; en la actualidad solo conserva la festividad del grand pas final. “Para mí mantener la tradición es fundamental, con un matiz personal que busca actualizarlo y agilizarlo, porque hoy no se baila como hace ciento cincuenta años atrás”, confió su autor en el texto de sala.
La principal novedad —además del cambio en la velocidad—, es la incorporación de presencia masculina. De hecho 16 bailarines interpretan la variación inicial. Por más de que la idea es asignarles un desafío a la par de las mujeres, este no se vio consumado ya que presentan una serie de desajustes que hace que reine, por momentos, la desprolijidad.

Chacona: la estrella de la noche
Luego del intervalo, el trabajo del coreógrafo español Goyo Montero desconcierta y atrapa. Irrumpe en escena la oscuridad, las diagonales, dinámicas alternantes y hasta los músicos aparecen sobre el escenario. La exigencia física de las ocho parejas es extrema, de hecho, están frente al público los 18 minutos que componen Chacona. Entre ellos forman una sola masa que se ve alterada por la luz. La iluminación juega un papel protagónico. Se da toda una conversación entre los bailarines y ella; les abre caminos, los cierra, traza figuras y diagonales, funciona como escenografía, delimita el espacio, incorpora a los músicos y rompe con la negrura que reina.
El lenguaje neoclásico da vida a una coreografía impactante. Prima el canon, la precisión rítmica y los deslizamientos. Algunas bailarinas bailan en zapatillas de puntas, otras de mediapunta. Y lo más llamativo es que es indistinto. No hay búsqueda en destacar un rol o una figura, sino que volvemos a la idea de 16 intérpretes como un único ente. Lo qué si existe es un juego de alturas, que se da a lo largo de toda la pieza. El trabajo en el piso se conjuga, con levantadas y saltos.
La música es otro eje central. Coreografiada a partir de la Partita nº 2 en re menor de J. S. Bach, su autor logra crear un diálogo poético entre los cuerpos y los músicos. Tres instrumentos, tres momentos. Un haz de luz da vida al violín que a la vez propone el nacimiento del movimiento. Cuerpos que parecen eslabones dentro de una cadena que sube, baja y da coletazos como una serpiente inquieta. Luego se apaga el violín y lo sigue la guitarra momento en donde el todo se desmembra en parejas sobre espacios circulares. Para llegar al final con un piano que permite descubrir la individualidad dentro del grupo.
¿Existe otro vínculo con España, además de la nacionalidad de su creador? Sí, ya que la “chacona” denomina a una antigua danza popular española. En un principio, la de Goyo Montero era parte de Vasos Comunicantes un ballet cuyo título surge, en parte, del libro de André Breton en donde se explora la relación entre la realidad y el sueño. El montaje es austero en cuanto a elementos extras. No hay escenografía, el vestuario es también muy sobrio. Mallas y medias negras que dejan que hable todo lo demás.

Por vos muero: cuerpos que reviven la poesía
Nacho Duato cree que, por su carácter metafórico, la danza esta muy cerca de la poesía. Idea clave en Por vos muero, donde los sonetos de Garcilaso de la Vega se escuchan bajo la voz en off de Miguel Bossé. Los bailarines cuentan una historia en escenas que pasan por solos, dúos, tríos, sextetos y que por momentos parecería que son retazos de algo más. Estas alternan su carácter y pasan de sombrías a alegres de alertas a celebratorias. Mas su estructura no es entrecortada, sino que el poema funciona como hilo conductor.
Tocando los temas del amor, la muerte y la danza, el coreógrafo presenta una obra rica en el uso del espacio —hay un permanente juego de figura y fondo— y elementos como máscaras, diferentes vestuarios e inciensos. Algo que a su vez contrasta con el despojo de la pieza anterior. Su clima oscila entre dos épocas: el ambiente de la corte —dado principalmente por su lenguaje de movimiento centrado en bailes populares y cortesanos—, y la actualidad. No es menor la elección de crear sobre coplas, canciones y tarantelas propias de la música renacentista española. Nacho Duato retoma y renueva. “Hay que andar hacia adelante, pero con los zapatos del bisabuelo”, afirma en el texto de Laura Falcoff que aparece en el programa.
Arte contemporáneo acompaña esta edición del Ball
Como novedad en esta fecha de la compañía, Julio Bocca invitó a Jorge Pomar, artista visual contemporáneo a realizar el arte de tapa del programa de mano. Con una pintura-collage llamada Programas mixtos, Pomar se aleja de sus creaciones cotidianas y se anima a una producción que desafió su forma de trabajar. Esta obra creada para la ocasión -el centenario de los cuerpos estables del Colón- lo instó a investigar sobre ballet y entenderlo como una disciplina que utiliza el espacio aéreo. Este se volvió su centro creativo.