Para muchos Stephen King es "el rey del terror", razón por la cual uno pensaría que no le tiene miedo a nada. Sin embargo hay una película que logró estremecer al autor a tal punto que tuvo que apagar el televisor porque lo que veía lo superaba. ¿Imaginan cuál fue?

A esta altura del partido podemos dar por sentado que casi todo el mundo sabe quién es Stephen King, aunque no viene mal recordarlo. Es el autor de novelas emblemáticas de terror como Carrie, El resplandor, Cujo, IT, La tienda de los deseos malignos, Misery, La hora del vampiro, Christine y Apocalipsis. Es también el creador de una obra monumental como La Torre Oscura (compuesta por ocho volúmenes y más de 4000 páginas) y alguien que supo adentrarse en la literatura distópica con títulos muy interesantes como La Larga Marcha y El Fugitivo. Es además, uno de los escritores que más sido llevado a la pantalla grande y chica, con una multitud de adaptaciones.

Pero también, a pesar de que su nombre es sinónimo de horror y pesadillas -o quizás precisamente por ello-, King es un tipo que puede sentir miedo. Y mucho. Por ejemplo, con una simple película independiente hecho con apenas unas decenas de miles de dólares y de forma casi amateur. Es que mientras estaba en la cama de un hospital, recuperándose luego de que una furgoneta lo atropellara y casi lo matara -muy Christine el asunto-, su hijo le trajo un VHS y le dijo que había un film que tenía que ver. Sin embargo, a la mitad del metraje, quizás influido por las drogas hospitalarias (según él mismo admitió), King le pidió a su hijo que apague el televisor, porque lo que estaba viendo era “demasiado extraño”.

Esa película que King prefirió no terminar es "El proyecto Blair Witch", estrenada en 1999. Muy posiblemente, la expresión “demasiado extraño” era la forma que encontraba el escritor para manifestar la sugestión que estaba atravesando producto de lo que estaba mirando. Y era lógico, porque estábamos ante una de las precursoras del subgénero conocido como found-footage (traducido como “material encontrado”), que trabajaba con la hipótesis de que lo que el espectador ve es un evento real.

El relato se centra en tres estudiantes de cine que deciden hacer un documental sobre la leyenda de la bruja de un pueblo llamado Blair. En busca de respuestas, se adentran en el bosque donde supuestamente vivía la bruja, para terminar descubriendo que esa supuesta leyenda tiene mucho de real. A partir de ahí, comienza un periplo aterrador para los protagonistas, perdidos en el bosque, acosados por toda clase de sucesos sobrenaturales que fomentan el pánico, la desunión entre ellos y la desesperanza. O más bien, todo lo anterior junto.

Quizás lo que intuyó King fue que el argumento del film, que arranca de forma relajada, siendo parte una road-movie, parte un documental cuasi antropológico, para luego dejar paso a una creciente angustia e incertidumbre. El proyecto Blair Witch logra esto a partir de una puesta en escena donde las cámaras utilizadas por los mismos protagonistas generan una fuerte impresión de realidad. Desde ahí es que los realizadores Daniel Myrick y Eduardo Sánchez construyeron una narración en la cual se adivina el trágico final, pero, a la vez, el minuto a minuto se vuelve impredecible.

Gracias a una elaborada campaña viral previa al estreno, muchos espectadores creyeron que los tres protagonistas realmente habían desaparecido y que los eventos vistos en pantalla eran reales. Ese fue posiblemente el gran triunfo de El proyecto Blair Witch y quizás explique la inquietud sentida por King. Es que el novelista siempre fue alguien capaz de delinear relatos donde lo sobrenatural se da la mano con lo aparentemente real, hasta provocar escalofríos en el lector. Al contemplar un film que sabía usar sus mismos recursos, posiblemente haya pasado por su cabeza el dicho “las brujas no existen, pero que las hay, las hay”.