Juan Diego Martínez Larrea saca sus equipos al balcón y le pone una hora de música a las noches de viernes de aislamiento social preventivo y obligatorio. 

“Todo comenzó un domingo. Salí una hora antes a anunciar que a las 20 empezaba el show”, recuerda por audio de Whatsapp Juan Diego Martínez Larrea, el DJ que desde un octavo piso de la calle Crámer al 1000, hace bailar a varias manzanas de Colegiales. “La primera vez que puse a sonar algunas canciones, la gente estaba como loca, parecía un estadio. No lo podría creer”, reconoce. 

Excepto ese día del debut, desde que comenzó la cuarentena obligatoria, todos los viernes, Martínez Larrea, acompañado de sus hijos y su esposa, saca por una hora, de 20 a 21, los parlantes, las bandejas y varias luces de colores al balcón con un único objetivo: “que la gente se olvide del virus y se conecte con algo divertido”. 

Al escuchar el ecléctico set de cada semana o al verlo en vivo desde su perfil de Instagram (@djjuandiegoml/) se aprecia que el disc jokey navega por distintos géneros, puede pasar de Sergio Denis a Paulo Londra o de Armin van Buuren a la Marcha de San Lorenzo. A la música le suma “un picante”, como a él le gusta llamarlo. Sí, el Dj con más de 30 años en el rubro, a cada presentación le agrega su cuota de humor. Suele abrir cada velada con audios viralizados de Whatsapp y Tik Tok, la red social que más que creció en tiempos de pandemia. Aproximadamente a las 20.30, se acerca al micrófono para pedirles a los vecinos que prendan y apaguen las luces al ritmo de sus bits electrónicos. 

Adaptado a los tiempos que corren, Martínez Larrea ofrece un show multipantalla e interactivo. “¡Vamos Palpa! ¡No se escucha Conesa! ¡A ver la gente de Uruguay!”, chicanea el DJ desde el edificio con forma de Titanic ubicado a pocos metros de la estación de Colegiales. La gente de los alrededores grita, pide temas, filma stories, baila, brinda, pica algo y agradece. Por su parte, los que presencian la fiesta por Instagram también hacen lo suyo: mandan emojis, preguntan cuánto vale el metro cuadrado en Colegiales, afirman que después de todo esto se mudan al barrio o simplemente bailan desde distintas partes de la Argentina y el mundo. “Hubo gente que me escribió desde Irlanda, Suiza y Estados Unidos”, confiesa. 

Imagino que el público que sale a los balcones o saca la cabeza por la ventana para disfrutar tu show debe ser variado. ¿Cómo elegís la lista de temas?

La selección de las canciones es distinta a cualquier tipo de fiesta. En un casamiento siempre estoy atento a qué público tengo adelante. Sabés si hay gente grande, adolescentes, deportistas, todos factores que te dan una idea por dónde tenés que ir. En cambio, acá no tengo esos indicadores, solo sé que son personas de distintas clases sociales que viven en Colegiales y nada más. Entonces decidí ir por una zona segura con hits conocidos de distintos géneros. Entendí que este cocktail no podía fallar y así sucedió. 

En los videos parecería que tu departamento es una especie de escenario ideal para que la música y las visuales lleguen a distintos edificios del barrio. 

Tengo varias ventajas. Vivo en un octavo piso de una manzana que solo tiene una torre, donde vivo yo. Después hay otro más, pero en frente. Es un barrio bajo en general.

Se te dieron todas las condiciones.

Claro. Y además tenía todos los parlantes y luces acá en mi casa. En Capital hay varios DJ´s pero no sé si todos tienen sus equipos en el hogar.

La gente del barrio parecería estar contenta, pero como en toda actividad realizada en la vía pública siempre va a haber alguien que no lo esté. ¿Recibiste quejas?

Cada uno reacciona como puede. Siempre va a haber gente que patea en contra. Por suerte tuve pocos detractores o haters. A los que me escribieron diciendo “che, te parece hacer todo este lío” o “no pensás en los enfermos, bebés o personal de salud”, les contesté uno por uno. Soy un tipo respetuoso y pongo música una vez por semana. Estamos en una situación excepcional. Hace 15 años que vivo acá y nunca saqué los parlantes al balcón. 

También me imagino que habrás recibido mensajes alentadores. ¿Hubo alguno que te llamó la atención?

Acá cerca hay una clínica muy conocida. Varios pacientes me han escrito diciendo que esperan los viernes para divertirse. Una vecina me dijo que tiene un hijo autista y el show pasado estuvo toda la hora bailando.