¿Te imaginas que uno de tus autores preferidos te pregunte por tus libros favoritos y en base a tu respuesta elija en vivo, el fragmento de un libro que le guste mucho y te lo lea en privado? ¿O realizar un taller con otros fanáticos de su escritura? ¿O disfrutar de una noche de lectura que termine con todos bailando? Eso y más es FILBA. Siete personas, un año de trabajo y una ciudad como escenario; desde Zibilia charlamos con Catalina Labarca, encargada de Contenidos en Fundación FILBA, para descubrir la trastienda de esta fiesta literaria que sucederá del 25 al 28 de septiembre.

Con más de 70 autores —14 internacionales y más de 50 locales; entre los que se contarán novelistas, poetas, cuentistas y artistas—, la 17° edición del FILBA vuelve a desembarcar en el corazón porteño. Este año, además de sus sedes habituales —Malba y Eterna Cadencia— se hará presente desde microcentro. Pero detrás de la grilla de actividades, de los autores invitados y de las voces emergentes, hay un trabajo paciente y artesanal que sostiene lo que ya se consolidó como uno de los festivales literarios más importantes de la región.

“Es un cliché decir que el mundo está en crisis, pero lo está. Y sentimos que el festival no puede correrse de ese contexto. El espíritu de esta edición tiene que ver con eso: cómo hacer una fiesta de la literatura en un momento en el que nada es fácil”, explica Catalina. Esa cuestión, dice, atraviesa toda la programación: desde las charlas hasta los cruces con otras artes. Una mirada política que se traduce en la literatura como espacio de encuentro.

El trabajo artesanal de un festival internacional

Lo que el público disfruta durante esos cuatro días de charlas, lecturas, talleres y performances es apenas la punta del iceberg. La cocina empieza un año antes: búsqueda de autores, conversaciones con agencias de escritores, elección de sedes y la constante observación y vivencia de lo que ocurre en la escena literaria y artística tanto local como latinoamericana. Un equipo de apenas siete personas sostiene esa maquinaria, en un trabajo que, como subraya Cata, es “codo a codo, colaborativo, artesanal, a una escala humana”.

Año a año, la identidad de FILBA se fue expandiendo junto con la ciudad: nuevos barrios, nuevas sedes, nuevas formas de poner en escena la literatura. “Cada vez es un desafío en sí mismo: pensar nuevas búsquedas, nuevas voces, nuevas puestas en escena”, resume.

Voces diversas, cruces inesperados y un tema común

Cada edición gira en torno a un tema y este año será Alter, el otro. “Creemos que se escribe o se lee siempre hacia un otro, un otro que puede asustar o fascinar, pero que siempre define quiénes somos —afirma Labarca. Con esa brújula eligieron voces consagradas y emergentes, de distintos géneros y edades, y con un criterio clave: que sus libros estén traducidos al castellano para que el diálogo con los lectores sea inmediato—. Queremos la mayor cantidad de voces posibles en diálogo”.

Además de las mesas y lecturas, se apuesta a acercar la literatura desde diferentes lugares e instancias. “No buscamos algo académico, nos interesa pensar la literatura puesta en escena” declara Cata. Es así que las propuestas que las chicas del equipo llaman Lado B se ocupan de vincular al autor con sus lectores desde un lugar no tradicional: performances, meditaciones, fiestas, conciertos y hasta recorridos literarios por exposiciones de arte como sucederá en este 2025 a través de la muestra de Liliana Porter en el Malba o la de Mondongo en ArtHaus.

Desafíos: recursos, sedes y federalización

Armar un evento de esta magnitud en Buenos Aires no es fácil. El primer obstáculo son los recursos económicos: conseguir apoyos, sostener la estructura y a la vez sumar programas como Zona Federal, que este año trae a diez autores de distintas provincias argentinas. “A nivel regional también cuesta y hay muchísimo por hacer. A veces es mucho más fácil que vengan autores de Noruega que de Perú”confiesa Labarca.

Estrenar sedes también es un reto. Este año, por primera vez, las actividades sucederán en ArtHaus, el Centro Cutural Paco Urondo, y la Casa de la Cultura. “Estar en un espacio que no conocemos siempre es un desafío, pero nos gusta pensarnos desde el corazón de la ciudad —cuenta ilusionada con el barrio que alojará esta edición. FILBA también se define por su anclaje en la Ciudad de Buenos Aires y en la región—. Hay muy pocos festivales internacionales que se piensan desde el sur. Para nosotras es fundamental sostenerlo aquí, con lo que la ciudad propone y con el diálogo latinoamericano. Este año además volvemos con la sede en Montevideo, lo que nos entusiasma mucho.”

En cuanto a lo literario, se dificulta convencer a escritores de salir de la comodidad de la mesa de lectura y/o escritura, mas una vez que lo logran, estos se convierten en defensores y promotores de la experiencia, colaborando con fervor en la convocatoria de otros escritores. Además, el evento madura con su público. “Después de 17 ediciones, la gente lo siente propio y exige más. Eso nos obliga a repensarnos siempre” comenta la encargada de Contenidos.

Apuesta por la lectura

En un ecosistema cultural saturado de propuestas, el objetivo del FILBA es claro: que la literatura circule. “Nuestro faro es siempre la lectura. Queremos volver a ese espacio donde alguien se sienta, escucha, y se deja atravesar por un texto sin mirar el celular”, detalla Cata. Para ella, leer tiene que ver con la construcción de un mundo más feliz, por eso cuando le pregunté por qué leer hoy, su respuesta fue contundente mas no sorprende: “porque si no, ¿cuándo? Es ahora o nunca”.