Proyecto Conejos es una obra para ir a jugar, volver a ser niñx, regalarse una tarde lúdica sin importar qué edad cronológica se tenga. ¿Un desafío para vidas anquilosadas, impregnadas de adusta formalidad?

La escenografía es simple, una sala pequeña, sillas en semicírculo, una pared negra en el fondo que hará de escenario y desplegará una pantalla cuando la ocasión lo amerite. Se suma un teclado ejecutado por la asistente de los magos y, mediando la obra, cinco caballetes se desplegarán y se transformarán en una larga mesa, a modo de la usada por los templarios, apóstoles o cualquier otro grupo épico que nuestra imaginación invite.

Los actores magos son tres: uno principal (Jonas Volman), un ayudante (Francisco Cerbino) y una ayudante de ayudante (Sol Ricci), al menos así se autoperciben y presentan. Vestidos de negro, con excepción de ella, atuendo rojo furioso y una pequeña galera como aplique casquete del pelo ensortijado. Ambos magos usarán al inicio, unas máscaras cabeza gigantes de Conejos, construidas con materiales que transmiten, con una estética exquisita, la suavidad y blancura de esos bellos animales.

Acto seguido, comienza una función en donde la interacción será la constante: “Los magos no quieren que se sepan sus secretos. ¿Por qué no?” y lejos de responder agrega el mago principal: “Uno puede buscar los secretos por Internet Google, Tik Tok, YouTube”. La pantalla desciende sobre la pared-escenario negra y muestra imágenes de René Lavand, David Cooperfield, palomas, conejos, galeras con brillos, todo con fondo musical melodramático.

En la interpelación al público aparece nuevamente LA pregunta que es eje de todo el espectáculo: “¿Por qué no quieren los magos que se sepan sus secretos? Y se escucha: “porque se trata de eso los secretos”. Y aquí va otro de los ingredientes de esta convocatoria teatral, el humor. Se pide expresamente a todos los asistentes que no exijan magia para cuestiones como hacer desaparecer a la suegra o las cuentas a pagar.

Se supone que uno debería salir de ver la obra aprendiendo algunos trucos y si bien algo de eso se cumple, lo que sin dudas se recopila en el tiempo de representación es vocabulario específico: abanico, florituras, cubiletes, picas, diamante, corazones, tréboles, recomponer, levitaciones, escamoteos, comodines, ilusionismo, mazos, cartas, cofre, doble fondo, dedo de goma, falso pulgar, falso menique, varitas, mezclar por arrastre, mezclar a la americana, etc.

Proyecto Conejos tiene una narrativa propia. A veces el guión se emparenta con cierto discurso eclesiástico: “Padre nuestro, (…) Líbranos de lo grupal. Amén”. O se interpela a los espectadores con: ¿Saber la carta, es una cuestión de fe? o afirmando: “Han sido elegidos por el maestro”. También hay algo de prólogo de la Carta Magna, se firma un acta, hay juramentos y se menciona un manual para público profano. Sin dudas, los intertextos componen un tono de cofradía, de acto místico en toda la obra.

Llega el momento de jugar y los espectadores son invitados a sentarse alrededor de una mesa extensa, armada con caballetes. Se les distribuye un mazo de cartas a cada uno y deberán seguir las instrucciones del gran mago. El objetivo es descubrir cuál es la carta que se elige al azar, a espaldas de él. Hay expectativas, suspenso y el señor adivina… (¿Alguien hubiera puesto en duda este hecho?). Aquí va la resolución: comprar (se menciona en el barrio de Once) varios mazos con todas las cartas iguales de manera tal que cualquiera que se elija será la única posible, sin ninguna posibilidad de error. ¿Se olfatea cierta decepción? ¿Hubiera sido mejor no saberlo y atribuirle al mago cierta clarividencia o poderes superiores? Bueno, no. El ilusionismo, al desnudo, puede desilusionar.

Casi al final de la obra hay un homenaje a René Lavand, imágenes en pantalla del ilusionista tandilense junto al gran mago de Proyecto Conejos, que en la foto era casi niño. Aparece el juego del cofre, esposas, desaparición y todo remite a Harry Houdini. Hay aplausos finales y se escucha o lee en la pantalla (¿quién lo sabrá?): “Los verdaderos secretos de la magia no tienen explicación”.