Un autocine americano en los comienzos en los años 30.

El autocine vuelve a ser boom como sala de cine ante la expansión del Covid 19. En esta selección construimos ese mítico espacio tal como lo hemos conocido hasta ahora, a través de films de Raoul Walsh, John Waters, Peter Bogdanovich y Joe Dante, entre otros.

La noticia se difundió tan rápido como la iniciativa pintoresca e inesperada. Volvían los autocines a las ciudades importantes y a las pequeñas localidades en todo el mundo: en Japón, en Tailandia, en Alemania, en Lituania, en México, en Brasil, en Uruguay y en la Argentina también.

El nostálgico acontecimiento era consecuencia de tres factores: las medidas preventivas de distanciamiento social tomadas frente a la pandemia del coronavirus, el deseo de la gente de seguir yendo al cine en ese contexto y la necesidad de supervivencia de la industria. Así, el revival derrotó, una vez más, las teorías que anunciaban la muerte del cine.

En la Argentina, el autocine está funcionando en La Pampa y en San Juan; Salta tuvo sus funciones debut y en Córdoba presentaron propuestas al respecto. En diferentes ciudades y localidades del país son una realidad. En la provincia de Buenos Aires, Tandil anunció abrirlo oficialmente en septiembre pero en el marco de las vacaciones de invierno comenzó a funcionar, y en San Isidro habrá dos: este fin de semana inaugura uno frente al río y el otro lo hará en agosto en un centro comercial.

Sin dudas, nuestro imaginario sobre el autocine es, hasta ahora, mucho más rico y educativo que nuestra casi nula experiencia en el autocine. Y está hecho de diversas películas que han cargado de sentido y de mística ese espacio. Cómo olvidar la reacción de Christine, el Plymouth Fury 1958, en Christine (1983), cuando su joven dueño quiere amar a su novia humana en el autocine, o la triste canción entre los autos de Danny (John Travolta) cuando Sandy (Olivia Newton- John) lo deja solo escapando de sus manoseos en Grease. También están el autocine que proyecta El resplandor cuando ocurre uno de los locos tornados de Twister (1996) y el de Volver al futuro III (1990), la pista de salida para Marty y su viaje al siglo XIX. Lo usaron Francis Ford Coppola en Los Marginados (1983) y Tim Burton en Las aventuras de Pee-Wee (1985), entre muchos otros.

Zibilia eligió siete autocines de película (seis de cine y uno de serie) que arman una anatomía más que interesante para celebrar este revival.

White Heat (1949, Raoul Walsh)

White heat, el autocine como lugar donde esconderse y pensar

El autocine aparece como la salvación para el gángster Arthur Cody (James Cagney) que viene huyendo de la policía después de un sangriento robo. Lo acompañan su madre, que es su mano derecha, y su mujer, una femme fatale condenada a traicionarlo. El San Val Drive-in Theatre los recibe con sus luces de neón. Pagan la entrada y frenan ante la pantalla. Un vendedor de pochoclo se acerca sin éxito a la ventanilla y otro empleado les instala el parlante que Arthur ordena sacar de inmediato. Sentado con sus mujeres, idea el plan que lo salvará de pagar por el delito que acaba de cometer, mientras en la pantalla se proyecta Air force (1943) de Howard Hawks. 

Targets (1968, Peter Bogdanovich)

Targets, el autocine como el escenario donde se define el terror

El cinéfilo director hace converger las dos líneas de acción de su primera película en una magistral secuencia en el autocine. Una es protagonizada por Byron Orlock (Boris Karloff), antigua estrella del cine de terror, y Sammy Michaels (Peter Bogdanovich), un joven que quiere dirigirlo. La otra corresponde a Bobby Thompson, un chico americano como cualquiera que ha decidido tomar las armas y matar sin ton ni son. El joven asesino llega temprano al autocine y se acomoda con su parafernalia detrás de la pantalla. Luego viene el público, la película The Terror de Roger Corman comienza y la labor del tirador también. Las luces que se encienden dentro de los autos, cuando se oyen sus disparos, lo guían hacia nuevas víctimas. Entonces, entra Byron, la estrella de The terror, en su limusina. Se instala con su chófer y su secretaria cerca de la pantalla y lo ve. El enfrentamiento entre el glamoroso terror antiguo y el terror cualesquiera del presente es antológico y el Orlock/Karloff enorme de la pantalla del autocine tiene mucho que ver.  

Grease (1978, Randal Kleiser)

Grease, el autocine como nido de amor y decepción

La película transcurre durante los años de esplendor del autocine en los Estados Unidos: los 50. La cita es de Danny y Sandy, quienes se conocieron en las vacaciones de verano y pensaron que nunca más se iban a ver pero se descubren en la misma escuela al comienzo de clases. Han ido juntos al baile, pero Danny la ha dejado de lado en plena competencia para bailar con su ex, así que Sandy está bastante enojada. En pantalla se ven los trailers de The Blob (1958) y Hollywood or bust (1956). Danny quiere besar y toquetear a Sandy, lo que expulsa a la angelical rubia del auto. Lo deja solo en el autocine aunque él le dice: “no se puede salir caminando”. Y Travolta canta su decepción. Grease se proyectó en la inauguración del autocine RACE de Madrid en mayo de 2020 y las entradas para verla se agotaron un mes antes. 

Explorers (1985, Joe Dante)

Explorers, el autocine como el lugar donde está la acción los viernes a la noche

La película a la que más le debe Stranger Things, reúne a unos jovencísimos Ethan Hawke, River Phoenix y Jason Presson en una misión interplanetaria inspirada en un sueño de Ben (Hawke). El sueño origina un circuito, que el niño genio Wolfgang (Phoenix) materializará. El invento les permite viajar, primero por su mundo y luego a otro planeta. En el recorrido inaugural de su cachivachera nave deciden ir a donde “está la acción el viernes por la noche”, y eso es, en la década del 80, el autocine. Allí se proyecta una película de ciencia ficción bizarra llamada Starkiller y cuando la nave de los chicos pasa por adelante de la pantalla, nadie pensaría que no forma parte de esa ficción.

Dead-end Drive-in (1986, Brian Trenchard-Smith)

Dead end drive in, el autocine como campo de concentración

La película más rara que se haya hecho en un autocine es australiana, de bajo presupuesto y bastante psicodélica. Casi toda la acción sucede en ese lugar. En un tiempo postapocalíptico que se parece mucho a los 80, Crabs y su novia van al autocine para tener una noche de sexo y películas. Allí les roban las ruedas del auto, y como no pueden salir caminando y ningún vehículo puede entrar, deben quedarse a pasar la noche. No son los únicos. Enseguida se dan cuenta de que nunca saldrán de allí porque el autocine es un correccional estatal, un campo de concentración para contener a jóvenes revoltosos. Un mundo con reglas propias, graffitis, comida rápida y pandillas made in Australia que vale la pena ver. 

Cecil B. Demented (2000, John Waters)

Cecil B Demented, el autocine como lugar de resistencia.

Obra del maestro transgresor John Waters y protagonizada por Melanie Griffith, cuenta la historia de un grupo terrorista de cine independiente que secuestra a una estrella de Hollywood para hacerla protagonista de su película. Demented, el director, realiza con su troupe ataques a lugares y eventos emblemáticos para la industria del entretenimiento como salas de cine, cócktails y claro está, el autocine. Cerca del final, la película que están rodando y los acontecimientos producidos por los subversivos con la estrella devenida en aliada llegan a un clímax de violencia y absurdo en el autocine, donde están, entre otros, los papás del joven director maldito.

Riverdale (2017, 1 x 4, La última película)

Riverdale, el autocine como lugar idealizado poco redituable

La serie negra de adolescentes, basada en personajes del comic Archie, con guiños y referencias a la Twin Peaks de los 90, centra uno de los mejores capítulos de su temporada 1 en el autocine del pueblo que - como anticipa su título homenaje al film de Bogdanovich de 1971 - dará una última función antes de cerrar. El terreno ha sido vendido a un comprador anónimo que piensa edificar allí. Para Jughead Jones, uno de los protagonistas, el autocine tiene un valor agregado: es su trabajo (él es el proyectorista) y su casa (la convivencia con su padre alcohólico se había vuelto intolerable). Jughead y sus amigos reflexionan. Veronica (quien no supo ver, al igual que los guionistas de la serie y nadie en el planeta el advenimiento del coronavirus y sus imperativos) dice que con Netflix ya no tiene sentido que exista el autocine. Cada uno elige cuál debería ser la última película. Y esa noche, en el autocine, mientras algunos protagonizan o descubren cómo funcionan los oscuros hilos de la corrupción, otros disfrutan la exhibición de la elegida: Rebelde sin causa de Nicholas Ray.