El jueves 5 de octubre se estrena “El justiciero 3”, que cierra la exitosa trilogía de acción protagonizada por Denzel Washington. Dirigida por Antoine Fuqua, promete darle una clausura a la historia de Robert McCall, que, tras haber abandonado su trabajo como asesino del gobierno, pone sus habilidades al servicio de los más débiles.

Aprovechando este lanzamiento, en ZIBILIA hacemos un repaso por la trayectoria de uno de los actores estadounidenses más importantes de los últimos 50 años. Nos quedamos con 12 películas de su filmografía (que tiene más de 50 títulos), que muestran su enorme ductilidad y capacidad para moverse en toda clase de historias y géneros.

Grito de libertad (1987)

El rol que terminó de poner en el mapa a Washington y que le dio su primera nominación al Oscar fue en una película dirigida por Richard Attenborough, realizador ganador del Premio de la Academia por Gandhi. Aquí se aborda la historia del periodista sudafricano Donald Woods (Kevin Kline), quien se ve obligado a huir de su país, tras intentar investigar la muerte bajo custodia de su amigo, el activista negro Steve Biko (Washington). Un típico exponente del cine biográfico y políticamente correcto de la época, con algunos apuntes interesantes sobre el racismo, en el que Washington ya mostraba su habilidad para ponerse en la piel de personajes reales.

Gloria (1989)

La consagración de Washington como estrella y actor de prestigio fue con este film basado en hechos reales, que le valió su primer Oscar como mejor actor de reparto. La película, dirigida por Edward Zwick, se centra en Robert Gould Shaw (Matthew Broderick), quien aceptó liderar el primer escuadrón formado solo por hombres de color, en una decisión que desafió toda clase de prejuicios durante la Guerra Civil estadounidense. Washington encarna al Soldado Trip y es uno de los factores decisivos para la consolidación de un tono entre épico y dramático en un film con un gran reparto con actores de renombre, como Morgan Freeman y Cary Elwes.

Malcom X (1992)

Quizás el film más ambicioso de Spike Lee hasta la fecha, este biopic se centra en el influyente activista del nacionalismo afroamericano de los años 60, una de las figuras más controversiales de la historia norteamericana reciente. El film arranca en sus inicios como un gángster de poca monta, su eventual ministerio como miembro de la Nación del Islam, su ascenso político y su trágico final, en 1965, en un magnicidio que sacudió a los Estados Unidos. A lo largo de casi tres horas y media, la película se configura casi como un ensayo épico sobre la religión, el racismo y la violencia política. Para eso cuenta con la ayuda de un Washington que se devora y a la vez deja devorar por un personaje repleto de matices.

Filadelfia (1993)

Esta película no solo es famosa por abordar tópicos muy polémicos en su momento, como los prejuicios sobre la homosexualidad y el auge del SIDA, sino también porque aquí es donde Tom Hanks halló el papel que lo llevaría a su primer Oscar. Pero también hay que tener en cuenta que Washington interpreta un rol decisivo, como el abogado que respalda a su protagonista en una demanda por despido improcedente contra un poderoso estudio de abogados. Un film muy interesante y conmovedor, que deja a la vista las hipocresías y miedos desmedidos en el ámbito laboral, todo bajo la experta dirección de Jonathan Demme, el realizador de “El silencio de los inocentes”.

Marea roja (1995)

La trama, situada en un submarino de misiles nucleares estadounidense, sigue la disputa que se desata entre el capitán (Gene Hackman) y su joven primer oficial (Washington), cuando llega una orden sin confirmar para disparar. A partir de ahí, la situación va escalando, hasta derivar en un motín, con la chance explícita de que todo termine en el estallido de una guerra nuclear. Pero, en verdad, la gran tensión está dada por el duelo actoral entre Hackman y Washington, ambos con interpretaciones magnéticas. Desde la dirección, Tony Scott les saca todo el jugo posible a estos monstruos actorales, en un relato casi asfixiante desde lo espacial y con un suspenso constante.

Poseídos (1998)

Quizás una de las películas más subestimadas y olvidadas de Washington, en buena medida por su estructura narrativa, que mezcla el policial con lo sobrenatural con total desparpajo. Su trama, que sigue a un detective a un asesino serial que resulta ser un demonio capaz de trasladarse de cuerpos, es totalmente disparatada e invita al prejuicio. Pero lo cierto es que el film de Gregory Hoblit se hace cargo de esto y va para adelante con toda la vocación de entretenimiento posible, con Washington acompañando como corresponde. El resultado es angustiante y divertidísimo a la vez.

Día de entrenamiento (2001)

Algunos dicen que Washington es el dueño de esta película, que su presencia invade toda la historia y la moldea a su antojo. En parte es cierto: el teniente corrupto Alonzo es un ser detestable, pero repleto de carisma, que se mueve por las calles como si fueran suyas. Pero el rasgo más interesante del personaje surge cuando interactúa con Jake (Ethan Hawke), el novato detective al que toma como aprendiz, cuyo idealismo le traerá más de un problema. La película de Fuqua, con un guión casi perfecto de David Ayer, muestra con gran solidez cómo el mal y la corrupción pueden encontrar un límite frente a la ética del deber cumplido. Aunque claro, siempre haya costos y se pierda la inocencia en el camino.

El plan perfecto (2006)

Spike Lee encontró aquí, en uno de sus mejores films, el vehículo ideal para traficar su ideología dentro de una estructura genérica mucho más juguetona. Porque aquí lo que vemos es un retrato de tensiones sociopolíticas, un caldo de cultivo cultural casi explosivo, disfrazado de una típica historia de robos y estafas. Washington interpreta a un detective que está siendo investigado por un supuesto acto de corrupción, al que le toca lidiar con un caso de robo bancario y toma de rehenes. Es el protagonista y a la vez no, porque a su personaje le toca tratar de dilucidar el artificio montado por el líder de los ladrones, encarnado por Clive Owen. Inteligentemente, Washington le deja el mayor espacio de lucimiento a Owen, sin dejar de demostrar que es una estrella, especialmente en otros pasajes donde se saca chispas con otros integrantes del elenco, como Jodie Foster y Christopher Plummer.

Deja vú (2006)

Se ve que a Washington le gusta entregarse de vez en cuando a las premisas entre enredadas y disparatadas, donde puede pasar cualquier cosa, y uno de sus cómplices (hasta su fallecimiento) fue Tony Scott. Prueba de eso es este film, que combina un terrible atentado, viajes en el tiempo, repeticiones de eventos y una historia de amor lindante con lo obsesivo en dosis sorprendentemente saludables. También estamos ante una nueva prueba de que Washington es un intérprete ideal para personajes entre torturados, idealistas, inteligentes y absolutamente pasionales, que dan todo de sí para salvar las papas.

Gángster americano (2007)

Ridley despliega aquí una típica historia de ascenso, consolidación y caída de un poderoso mafioso, de esas que tranquilamente podría haber sido filmada por Martin Scorsese. Que establezca un recorrido paralelo que sigue a un policía que inicia una investigación que lleva a la caída del imperio criminal no hace una gran diferencia. Lo que otorga un toque particular es la confluencia de dos animales del cine como son Washington y Russell Crowe, encarnando a dos personajes en lados opuestos de la ley, pero con una ética de trabajo bastante similar. Un film que premia el profesionalismo, tanto de los protagonistas como de sus intérpretes.

El vuelo (2012)

Robert Zemeckis construye aquí un film que está casi siempre al borde del descarrilamiento, sobre un piloto de avión que primero se convierte en héroe tras un acto heroico, pero que luego debe afrontar una investigación muy problemática. Y es problemática porque el tipo es alcohólico y drogadicto, mintió al respecto y encima hay que agregarle que es un pésimo padre, además de que ejerce un comportamiento destructivo hacia él mismo y los que lo rodean. En ese drama moral, que por suerte nunca cae en el miserabilismo, Washington encuentra el equilibrio preciso entre los momentos de desborde e introspección.

La tragedia de Macbeth (2021)

Washington ya había abordado un texto de William Shakespeare en 1993, en “Mucho ruido y pocas nueces”. Pero aquella era una comedia donde cumplía un rol de reparto y en este caso tenemos, como bien lo señala el título, una tragedia en toda regla. Una de tipo moral, donde el protagonista se autodestruye a partir de las consecuencias de sus terribles decisiones para quedarse con el poder monárquico de Escocia. Joel Cohen se apropia de esta obra emblemática en una puesta donde las luces y sombras construyen buena parte de las atmósferas, mientras Washington lleva adelante a un personaje tan cuestionable como humano.