Desde sus primeros años y a lo largo de toda su historia, Pixar ha enfrentado -como compañía, como estudio y como marca- una multitud de desafíos, que en muchos casos parecieron ponerlo contra las cuerdas. Sin embargo, esas barreras se convirtieron en trampolines que consolidaron su grandeza: pocos discuten que su obra es de las más importantes de la animación, no solo de los últimos treinta años, sino de toda la historia.

Hay que tener en cuenta que los antecedentes de Pixar pueden remontarse hasta la primera mitad de los setentas, con diferentes emprendimientos y trabajos para diversas compañías, como Lucasfilm y Disney. Es con la adquisición por parte de Steve Jobs, poco después de su salida de Apple, que el estudio empieza a tomar forma y ambiciones. De hecho, entre 1986 y 1989 estrenó los cortos animados Luxo Jr., Red´s Dream, Tin Toy y Knick Knack -todos dirigidos por John Lasseter, probablemente la gran mente creativa de toda esta historia-, que acumularon elogios y premios. Pero, a la vez, la situación financiera no era la mejor, a tal punto que, en 1991, mientras se intentaba cerrar un acuerdo con Disney para concretar el primer largometraje animado, Jobs ordenó un masivo recorte de personal. Los objetivos eran grandes, pero también las dificultades.

Finalmente, se cerró un trato con Disney por 26 millones de dólares para hacer tres películas animadas, que incluía un film basado en Tin Toy que acabaría convirtiéndose en Toy Story. Mientras llevaba adelante la producción de su primer largo, Pixar continuó realizando comerciales y haciendo planes a largo plazo. Por caso, a mediados de 1994, Lassetter, junto a Andrew Stanton, Pete Docter y Joe Ranft -otros nombres fundamentales de Pixar- se reunieron para pensar las ideas que luego darían vida a las que serían películas emblemáticas del estudio. Sin embargo, la empresa seguía registrando pérdidas y Jobs consideró venderla a Microsoft, hasta que leyó un artículo de The New York Times que le anticipó un futuro dorado. Allí se pronosticaba que Toy Story acabaría siendo un éxito, sumado al hecho de que Disney había decidido pautar su estreno para la Navidad de 1995.

El suceso de Toy Story fue efectivamente notable y abrió las puertas a una nueva era, donde la animación en computación pasaba a ser la reina del género, pero donde también Pixar iba a erigirse en la referencia absoluta para todos los creadores. A continuación, vendrían Bichos: una aventura en miniatura, Toy Story 2, Monsters, Inc., Buscando a Nemo y Los Increíbles, una más exitosa que la otra, pero, además, aclamadas por la crítica. Sin embargo, en ese período, que abarca finales de los noventa y principios del nuevo milenio, estarían marcados por una conflictividad constante con Disney, porque la gente de Pixar consideraba que no había equidad en las ganancias. Es que ellos se encargaban de toda la labor creativa, mientras que el estudio del ratón solo aportaba la mercadotecnia y la distribución. Por eso surgían fricciones permanentes, que se sumaban a procesos de producción muy arduos, como el de Toy Story 2, que implicó una reconfiguración casi total del proyecto con muy poco tiempo antes del lanzamiento.

Pero en el 2005, Robert Iger fue nombrado como nuevo presidente de Disney y buscó restablecer las relaciones con Pixar, con un giro tan radical como lógico: promovió la adquisición total de Pixar por 7400 millones de dólares. Una cifra espectacular, complementada con el nombramiento de Lasseter como presidente y director creativo del ala animada de Disney. De esta manera, Pixar mantendría su autonomía y a la vez ganaría poder sobre estas corporaciones. Esta recompensa la pagó con creces, porque entre el 2007 y el 2010 construyó una verdadera "era de oro", con los estrenos sucesivos de Ratatouille, WALL E, Up: una aventura de altura y Toy Story 3. Todas obras maestras absolutas, demostraciones de cómo romper con las expectativas y configurar relatos repletos de riesgo, creatividad e imaginación.

Claro que la adquisición por parte de Disney también implicó nuevos desafíos y hasta imposiciones que obligaron a una reconfiguración en la forma de trabajo de Pixar. Por ejemplo, un mayor foco en la concreción de secuelas de los grandes éxitos de la escudería. Ya no bastaba con las nuevas entregas de Toy Story: por eso aparecieron dos secuelas de Cars, pero también Los Increíbles 2, Buscando a Dory y Monsters University. Algunas de ellas, como Cars 2, estuvieron lejos de las expectativas, pero otras -como Buscando a Dory y Monsters University-, fueron castigadas injustamente, sin tomar en cuenta la capacidad de sus creadores para explorar nuevas estéticas, temas y géneros a través de sus relatos.

Igual, no dejaba de ser notorio que este nuevo esquema de producción había provocado un cierto cansancio creativo. O, quizás, que las cumbres de excelencia alcanzadas previamente eran difíciles de repetir. Eso quedó patente entre el 2014 y el 2015: en el primer año, debido a distintos retrasos en los procesos de desarrollo, Pixar no pudo estrenar ningún film, algo que no ocurría hacía más de una década. En contraste, en el segundo año, lanzó dos películas, pero con suerte dispar. Es que Intensa-mente fue un éxito absoluto de público y crítica, una demostración de cómo el estudio podía leer a la perfección a sus espectadores. En cambio, Un gran dinosaurio fue el primer fracaso de Pixar, y uno muy injusto, por cierto, ya que su narración clásica y sensible merecía mejor recepción.

Sin embargo, el período más complejo todavía no había llegado: tras una serie de artículos periodísticos donde se detallaba su comportamiento inapropiado con diversas trabajadoras. Entre las conductas, que rozaban lo abusivo, se contaban comentarios obscenos y hasta avances fuera de lugar que impactaban en las intimidades físicas de las mujeres. Esto llevó a que, en noviembre del 2017, Lasseter anunciara que se iba a tomar una licencia forzosa de seis meses, para luego renunciar definitivamente a sus puestos en Disney y Pixar. De la peor forma, se terminaba una era creativa para la compañía, que debió buscar de forma urgente un nuevo liderazgo: este quedó en manos de Docter, que ya contaba en su filmografía como director a Up: una aventura de altura e Intensa-mente.

Lasseter había dejado Pixar justo cuando el estudio estaba estrenando la que posiblemente haya sido su última obra maestra: estamos hablando de Coco, un film con un despliegue audiovisual notable y de una dulzura infinita. Allí se puede ver todo lo que hace único al estudio: la capacidad para apropiarse de tópicos diversos y hacerlos propios, la relectura potente de los mitos, la creación de mundos complejos y un largo etcétera. Pronto, en el 2020, la pandemia del covid introduciría un nuevo panorama para el cine y la animación en general: de hecho, las restricciones impactaron en el lanzamiento de Unidos, que fue un inevitable traspié a pesar de sus herramientas nobles.

Las siguientes tres películas de Pixar estarían confinadas al streaming: tanto Soul como Luca y Red se estrenaron directamente en la plataforma Disney+, sin pasar por los cines, evidenciando algunas dudas que tenía Disney respecto a una marca que no mucho antes parecía indestructible. Esos films (todos originales, ninguna secuela) también reflejaban las búsquedas estéticas y narrativas del estudio, que se permitía dialogar con la cultura juvenil, pero también con las tradiciones musicales norteamericanas y hasta el neorrealismo italiano.

La vuelta a los cines no se dio de la mejor manera para Pixar, como confirmando los temores de la directiva de Disney. Lightyear, un spinoff de Toy Story que propone una aventura pequeña y concentrada, aunque con fuertes raptos de lucidez, no terminó de gustar y fue un ligero fracaso. Ahora, el estreno de Elementos, la más reciente película del estudio, está teniendo los peores números de la historia de Pixar. La lectura de los analistas es que el concepto que propone el film no es suficientemente atractivo (casi como una repetición de la estética de Intensa-mente y Soul), y que la competencia de otros tanques impactó en sus chances. Pero también es cierto que, nuevamente, Pixar se enfrenta a malentendidos o expectativas mal orientadas que llevan a una subestimación de sus propuestas. Elementos es una película que desafía las expectativas: por algo es la primera historia romántica -género maltratado últimamente si los hay-, hecha y derecha, que presenta la compañía.

Frente a este nuevo panorama desafiante, donde la hegemonía creativa y económica de Pixar luce severamente amenazada en un paisaje cinematográfico dominado por las franquicias, Docter, en su rol de CEO, aportó en los últimos días algo de lucidez. En una entrevista, afirmó: “es esencial para nosotros desarrollar nuevas historias originales, que son más difíciles de publicitar. El mundo parece querer la conformidad de lo que ya conoce…pero todas estas cosas fueron originales en algún momento”. Es decir, frente a las demandas de secuelas y/o repeticiones de esquemas ya conocidos, el rol de Pixar, con su búsqueda permanente de originalidad y lo no previsible, es fundamental. Por eso es que seguimos (y seguiremos) esperando, ansiosamente, las nuevas historias que propone una marca que, que cada tanto, nos entrega los mejores momentos que podemos hallar en el cine contemporáneo.