El reconocido humorista conversó con Zibilia sobre Mucho, el nuevo espectáculo del grupo Canchero. Pero también habló de su experiencia como director, de hacer humor internacional, de su labor en radio y de su inspiración para crear sus desopilantes textos. Un rey del stand up se confiesa.

“Es como salir tres o cuatro veces pagando una sola entrada. Mucho, ¿o no?”, dicen Pablo Fábregas, Malena Guinzburg, Diego Scott y Fernando Sanjiao sobre Mucho, el nuevo show del grupo Canchero. Es que hace ya varios años, los cuatro intérpretes, se suben a los escenarios con propuestas disruptivas que agregan condimentos a su ingrediente infalible: el humor.

No contento con el éxito sobre las tablas, Pablo Fábregas se luce en el programa radial de Metro Metro y Medio, junto a Sebastián Wainraich y Julieta Pink. Y hasta se animó a dirigir Serendipia protagonizada por el mago-comediante Radagast.

Zibilia tomó un café con él y habló sobre su profesión, proyectos, gustos y cómo lo interpela la realidad.

¿Cómo surge la conformación de Canchero?

Nos juntamos un par y fue cambiando, hasta que hace seis u ocho años, cuando ingresó Male (Guinzburg), se consolidó. Ahí empezamos a pensarnos más allá de la obra que estábamos haciendo, empezamos a pensarnos a futuro.

¿Opinan sobre los monólogos de los otros para los shows?

Bastante. Porque nos juntamos mucho a escribir las partes en común, hacemos un laburo muy fuerte en eso. Pasamos muchos meses escribiendo y diseñando el show, qué vamos a hacer. Y los monólogos de cada uno, en la última parte, dos meses antes de estrenar, los mostramos. A veces las sugerencias no las tomás exactamente pero decís “tiene razón en esto”.

¿Por lo autorreferencial del stand up?

No solo por eso, sino por las formas. Hay un chiste que es muy gracioso en Fernando (Sanjiao) y lo hago yo, exactamente igual, y no es divertido. Estoy copiando letra. La autorreferencia se puede falsear, la forma no. El contenido se termina pareciendo un poco, porque leemos sobre lo mismo, nos reímos de lo mismo, es un universo grande, no es tan fácil copiar de otro.

En Mucho hacen énfasis en lo visual, ¿qué podes contarnos sobre esto?

Tenemos la voluntad, o la pretensión, de crecer show a show. Hacerlo más grande. Me gustan las puestas más grandes, donde no sólo hay contenido textual, sino visual y auditivo. En éste trabajamos con tres pantallas raras, muy grandes. Una parafernalia de audio y video bastante grande. Buscamos algo que impacte.

¿Es una apuesta para alejarse del comediante de micrófono en la mano?

Sí y no. Porque la puesta es muy fanfarrona pero tres de nosotros hacemos un monólogo de entre 17 y 20 minutos que sigue manteniendo al comediante parado. Es una hora de stand up puro y 40 minutos del monólogo de Diego (Scott) que es más un personaje. También tenemos música en vivo y otras cositas de interacción. Igual hay un montón de comediantes que sólo con un micrófono son un éxito, no creo que haga falta variarlo, por suerte.

Solés apostar a los cambios, te animaste también a dirigir…

Es algo que tenía muy presente, me gusta laburar con directores y ser dirigido. Había hecho una experiencia muy chiquita pero laboriosa con Alejandro Turner en Microteatro, y me gustó mucho. Cuando apareció la oportunidad de Rada (Radagast) dije “voy con todo”. Rada confió y, en mi caso, siento que era un paso casi natural. No quiere decir que lo haga bien, pero me gusta esto de pensar y ver cómo hacer las cosas. Ahora estoy trabajando con un infantil (Laberinto Masticable). Como vengo de la producción, creo que este era un camino natural. Me gusta el armado del show, casi te diría que disfruto más la previa que el show en sí, por eso la dirección era algo a probar.

¿Cómo te gustaría seguir tu camino en dirección?

El humor me queda cómodo porque se supone que sé más de eso que de otras cosas. Me gustaría terminar dirigiendo y actuando en cosas que no sean solamente comedia, aunque naturalmente voy hacia ese lugar. Leo y veo a Beckett, me gusta, pero cuando leo el texto no sé si termino de entender qué haría yo con esa obra.

También trabajaste en producción con Sebastián Wainraich hace muchos años…

Empecé como telefonista de radio, después pasé a productor y después productor de teatro. Soy un productor devenido en…

¿Trabajarías con tus compañeros de Metro y Medio en algo fuera de la radio?

Me gustaría subirme al escenario con todo el mundo, y me encantaría que sea algo con los de Metro y Medio. Las veces que hicimos el programa en el teatro -aunque no terminaba de ser teatro porque era radio en teatro- y tuvimos cosas chiquitas con Seba me divirtieron mucho. Supongo que el desafío sería no hacer lo mismo en el teatro que en el programa.

En los últimos tiempos en la radio, hubo alguna nota o llamado que no pudieron resolver de la manera en que los oyentes esperaban, sobre todo con la conciencia que está generando el feminismo ahora, ¿cómo lo viviste?

Es un aprendizaje constante. Creo que el feminismo nos interpeló a todos, inclusive a los que quieren negarlo. Y nosotros, que lejos de negarlo estamos involucrados en la deconstrucción, tuvimos cosas que nos afectaron y hay que cambiarlas. Tenés que ser consciente, no solo de “esto estuvo mal, corrijamoslo”, sino de por qué estuvo mal. Me pasó con el stand up “¿por qué esto está mal ahora?”. Hay cosas de las que sí nos dábamos cuenta pero no había consecuencias. Hay un montón de cosas que digo “esto estaba mal y lo tenía naturalizado”. Había cosas que no terminaba de entender que estaban mal hasta que alguien me lo explicó.

Participaste de Comedy Central Latinoamérica. ¿cómo fue tu experiencia?

Me encantan ciertos comediantes de afuera, pero el humor necesita de cierta localía en el lenguaje. Hay un montón de condimentos que hacen al humor inmensamente más efectivo cuando es tu lenguaje. Incluso cuando compartís el idioma. No es lo mismo “guagua” que “colectivo”, y los bondis de acá no son como en Perú. Y del gobierno nos quejamos de una forma y no de otra. Hay algo ahí que hace que sea más difícil, no imposible.

Cuando tenés que preparar algo internacional ¿elegís de otra manera los tópicos?

Hay cosas que si fuese a Colombia o España no causarían gracia, porque son netamente argentinas, pero no cambiaría la forma de hablar. Algunos temas los eliminaría directamente y buscaría referencias locales. El problema es que cuando universalizamos demasiado, terminamos hablando todos de lo mismo: pareja, diferencias hombre-mujer… pero cuanto más lejos estás de tu lugar de nacimiento, más difícil es eso.

¿Te inspirás en la realidad para escribir tus textos?

Hay una idea general en el stand up de que la verdad importa mucho: cuanto más real es, más gracioso. Trato de encontrar un tema que me esté preocupando y, de lo que escribo a lo que termina siendo, pasa poco. Y de lo que estreno a lo que es el monólogo al mes, también. Trato de que sea todo tan presente, tan “aquí y ahora” que tiene que estar pasándome a mí. Lo voy encontrando. El escenario me va modificando.

¿Tiene que ver con el ida y vuelta con la gente?

No tengo muy claro cómo funciona pero sé que funciona así. Busco un tema en mi cabeza, cuando lo encuentro, escribo un monólogo, después lo corrijo, lo estreno y va muriendo, voy matando momentos y viviendo otros.

Por la improvisación…

Improviso poco, pero eso poco va quedando. Entonces me putean porque está largo y saco cosas. Así va cambiando, y queda solo una esencia de lo que estrené. En el show pasado empecé a hablar de lo que significaba ser argentino para mí y terminé hablando de los porteños. Dije: “Claro. No es ser argentino, quería hablar de la mierda que nos rodea a los porteños”.

Por último, ¿tenés algún límite sobre los temas con los que hacer humor?

Para mí hay que hacer humor con todo, el tema es que cuanto más grave es el tema con el que te vas a meter, más bueno tiene que ser tu chiste. Yo creo que con aquello que me pesa, no puedo hacer humor. Cuando voy a ver humor negro, voy a eso, y si alguien se ofende, la ofensa es parte del humor, mala leche. Me parece necesario. Ante el famoso “no hablemos de religión porque nos vamos a ofender”, creo que hay que hablar, y si alguien se tiene que ofender, que se ofenda. Mi límite es, por hacer humor, dejar de ser fiel a lo que yo pienso del tema. Si algo te parece gracioso pero no crees en eso, te estás haciendo trampa.