La premiada obra de Mariana "Cumbi" Bustinza relata un amor marginal en la villa. Tras varios años en cartel, la autora y directora le contó a Zibilia qué la inspiró, cómo trabajó y de qué manera pretende interpelar al espectador al ritmo de cumbia.

Menea para mí es una obra que ha cosechado varios premios y lleva unos años ya en el circuito del teatro independiente. Movidos a pulmón y sostenidos en el trabajo consciente, el elenco despliega en cada función su alta energía sobre el escenario.

Lleva la voz del relato “el Masi”, un pibe de la villa atravesado por las fuerzas universales de toda historia: el amor, la muerte, la traición, el miedo, la amistad; pero en el contexto particular del barrio pobre, con la realidad singular que implican las drogas, la ilegalidad y la carencia.

Hablamos con su directora, coreógrafa y dramaturga, Mariana “Cumbi” Bustinza, para que nos cuente sobre el proceso de creación de la obra, y lo que hacerla significa para ella.

¿Por qué representar en escena el mundo villero? En dos sentidos: ¿cómo ese mundo llega a vos? ¿qué implica armar una representación de ese mundo y ponerlo frente al público típico del teatro independiente, para quienes, en general, ese mundo es ajeno o está en los bordes de su cotidianidad?

Quizás justamente porque antes que villero, es mundo. Me refiero a que la trama transita las problemáticas de los personajes mas allá del contexto. Obvio las circunstancias condicionan y -muchas veces por desgracia- determinan. Pero a pesar de la dificultad de vivir en la marginalidad quise mostrar la humanidad que transcurre por debajo de la moral social. Los tópicos son los mismos para todos: el amor, el desamor, la soledad... Y a eso lo acompaña la desigualdad que vive la sociedad.

Menea para mí es una historia de amor: dónde sucede es su particularidad. Me parece que por eso el público se puede identificar con los personajes, los mismos que si en la realidad, se cruzara en la calle le provocarían miedo o total rechazo. Porque "El Masi" antes de ser un pibe chorro es "El Masi", el que sonríe y se enamora de "La Pao", que además vive en un barrio bajo, y que además en un momento robó.

La gente se emociona mucho, se va muy movilizada. Llevé a escena este tipo de temática porque me interesaba invitar a reflexionar posibles "por qué" y no las consecuencias. Plantear interrogantes y dejar que cada espectador los respondiera; que se confrontara a sí mismo con lo que vio en el teatro y en la calle volviendo a su casa. Para entender hay que conocer, e intentar comprender. Y para ello hay que visibilizar lo que tanto se ignora o, peor aun, se elije ocultar. Cuando era más joven tuve un novio de un barrio bajo y me tocó vivir algunas situaciones que fueron inspiradoras para esta historia ficcional.

¿Cómo fue el proceso de armado de la puesta? ¿Cómo se trabajó en el cuerpo de los actores y también en la escritura del texto, la apropiación de un universo de expresiones (tanto gestuales como verbales) que son un modo singular de existir?

Tenía algunas mini situaciones en mi cabeza dando vueltas hace mucho años. Sabía qué quería contar pero debía investigar el modo y la estética. Cuando tuve avanzada la dramaturgia convoqué a los actores y empezamos a indagar en un mundo muy especifico: mucho trabajo de observación, de entrenamiento físico y de creación de personajes. Necesité un elenco que se atreviera a exponerse ante su propio prejuicio primero y al del público después. Luego fuimos desarrollando las coreografías y Facundo Salas ya había compuesto las dos canciones originales.

No trabajamos con estereotipos, traté de alejarme de esas representaciones. Pero sí hubo que tomar elementos característicos (códigos, modos, palabras y gestualidad), los cuales, de manera formal, son parte de la exclusión en el sentido que generan pertenencia. Y no había que ignorarlos. Esa singularidad de lo colectivo es la necesidad de expresión en un mundo que olvida y se desinteresa por el pobre; es la reivindicación de un existir que busca su propio lugar ante constante rechazo.

Noté que la puesta transita el límite entre un modo de representación realista-costumbrista (que gesto y verbo de la expresión del actor se parezcan lo más posible al modo de expresión de un cuerpo villero real) y la evidencia de la artificialidad en el armado técnico escénico (las coreografías, plenas o fragmentarias, el trabajo con los niveles tanto de altura como de profundidad del escenario, el contrapunto con la "banda de sonido"). ¿Qué podes decir de lo que implicó ese cruce, entre realismo del personaje y artificialidad de la puesta?

Si, exactamente. Porque Menea para mí al fin de cuentas es teatro y eso permite la búsqueda estética dentro del realismo. Porque la potencia de la obra es la crudeza de la realidad que se refleja en la mirada de los personajes y la contundencia de las interpretaciones de los actores. Pero es un recorte en una sala de teatro independiente. No quisimos superar la realidad: intentamos mostrarla en lenguaje artístico, y el teatral se nutre de muchas aristas para ello.

Además ya es bastante doloroso vivir con la marginalidad rozándonos el brazo... con la necesidad extrema de un otro convertida en un grito o en delito. Allí aparecen la cumbia, las coreografías, las canciones, la iluminación. Casi a manera episódica y fragmentada, la obra no suelta la tensión de lo que les pasa a los personajes y por eso se permite cortes bruscos, como en los sueños. Ojalá la historia de estxs pibas y pibes estén siendo soñadas y la pesadilla termine... y no sean parte de una Argentina que egoístamente ignora, prejuzga u odia al pobre.