
“El nombre del álbum hace referencia a esa idea que mencionaba Atahualpa Yupanqui: que el artista no tiene que explicar, sino dejar que la obra diga lo que tenga que decir. No me gusta construir una identidad demasiado marcada alrededor de las canciones, porque siento que eso interfiere con la fantasía de quien escucha”, reflexiona la artista Juana Aguirre en relación a Anónimo, su reciente trabajo discográfico.
Aunque Aguirre estuvo al frente de la producción de Anónimo, el disco cuenta con intervenciones clave que enriquecen su paleta sonora. Ezequiel Kronenberg suma una textura psicodélica en “La noche”; Juan Stewart deja su huella en la contemplativa “Lo divino”; y Cruz —quien también la acompaña habitualmente en vivo— participa en “Las espinas”, consolidando esa fusión entre lo electrónico y lo acústico que recorre toda la obra.
Cruz escribió en un posteo en Instagram que este álbum es, en cierta forma, una carta de amor a la música, al oficio de hacerla. ¿Cómo es apostar por este tipo de procesos en una época en la que el oficio del músico se ve cada vez más desvalorizado
Es la forma que encontré de hacer música, con mis herramientas. No es algo premeditado, pero sí implica mucha dedicación. A veces resulta abrumador, sobre todo trabajando sola. Durante muchos años estuve en una banda y ese intercambio colaborativo era muy resolutivo. Al estar sola, entro en procesos más largos, casi obsesivos, de revisar una idea una y otra vez. Con el tiempo fui encontrando un código, una manera de trabajo que siempre se renueva, porque cada canción nace desde un lugar distinto. Al menos ahora tengo más confianza en mi forma de hacer. Yo vengo del diseño gráfico y no de una formación musical tradicional, por eso al principio tenía muchos prejuicios sobre si lo que hacía estaba bien o mal y creo que eso se filtró un poco en Claroscuro, mi primer disco. En cambio, en este disco decidí soltar y hacerlo como me sale. Y si suena bien para mí, entonces está bien.
En Claroscuro, recuerdo que estabas leyendo a Leila Guerriero. ¿Quién fue la inspiración literaria de Anónimo?
Te diría que Leila sigue acompañándome. Ella siempre se muestra y se expone de una manera que trasciende la raíz de sus escritos. La llamada, su último libro, me acompañó mucho en este tiempo. Por otro lado, en Anónimo también aparece la presencia de Marosa Di Giorgio, especialmente en canciones como La noche, que tiene un carácter bastante psicodélico, sobre todo desde la letra. Hay algo ahí que es a la vez infantil y oscuro, y eso me remite mucho a Marosa, de quien soy muy fan. Su poesía me atraviesa profundamente.
¿Por qué en este disco decidiste que no haya colaboraciones?
Sentí que iba a cambiar el concepto del álbum si lo hacía con invitados. Creo que una participación siempre es una situación muy fuerte dentro de un álbum y nunca estuve del todo segura, como sí me pasó con Claroscuro, donde se dio de una forma orgánica. Por ejemplo, en El gigante con Santi Motorizado, recuerdo que mientras lo escribía dije: “me encantaría que haya una voz de un hombre, una voz grave”, y se me vino la voz de Santi. En este disco eso no me pasó. Cuando me aparecieron ciertos personajes o diferentes voces, traté de explorarlos desde mi voz.
¿Volvieron habla de esta época?
Sí, definitivamente habla de esta época. Es una canción bastante atípica para mí ya que no suelo filtrar ciertos temas porque no me gusta quedar encasillada en un momento o contexto específico. Pero con esta canción se encendió un fueguito. Sentí ganas de grabarla y, además, me pareció que encajaba muy bien dentro del recorrido emocional del disco. Me parecía necesaria. Refleja lo que estamos viviendo, especialmente ese desencanto colectivo a nivel social y político.
Fue muy bien recibido por la crítica. ¿Qué te pasa cuando leés comentarios o reseñas del disco?
A veces me sorprende porque siento que siempre se escribieron cosas lindas sobre lo que hago. Nunca me crucé con algo que me haya dolido o que dijera “esto no me gusta”. Y con este disco están pasando cosas muy locas. Por ejemplo, el otro día lo compartió Dillom en sus redes. Además de que lo admiro, siento que con ese tipo de publicaciones mi música se abre a una nueva generación.
El próximo 3 de julio es la presentación. ¿Cómo lo vas a llevar al vivo?
Mi aliado en el vivo es Cruz. Venimos trabajando intensamente desde hace tiempo y construimos un código muy sólido, algo que llevó su proceso pero que nos permitió encontrarle un sonido propio a las canciones en vivo. El álbum tiene una fuerte presencia de samples y en el escenario eso se sostiene: uno de mis instrumentos principales es una SP de Roland, que me permite seguir trabajando con capas y texturas en tiempo real. Tomamos las versiones del disco como punto de partida, pero sin obligarnos a replicarlas al pie de la letra y nos dimos libertad para que las canciones respiren distinto en vivo. Esta fecha en Buenos Aires va a ser, además, la primera presentación del disco con banda, lo que abre un nuevo paisaje sonoro para estas canciones en relación a los shows que venimos dando.
Deseo es un lugar que está más identificado con las fiestas electrónicas. ¿Por qué eligieron esta sala?
Todo el mundo me dice lo mismo, pero yo no creo que sea así. Fue una decisión que tomamos en equipo. Ya habíamos tocado en Niceto Club, que es un lugar mítico en la ciudad, con mucha historia y una identidad muy definida. Lo que me entusiasma de Deseo es justamente lo contrario: es un espacio más neutro, con mucho por construir. Hay algo incierto, casi en blanco, que lo vuelve muy atractivo. La gente todavía no sabe bien qué esperar de ahí, y eso es lo más interesante.