XXY (2007) es la ópera prima de Lucía Puenzo, quien la escribe y dirige; protagonizada por Ricardo Darín, Valeria Bertuccelli, Martín Piroyansky, Inés Efron, Germán Palacios, Carolina Peleritti, Guillermo Angelelli, entre otros. La fotografía estuvo a cargo de Natasha Braier y el arte de Roberto Samuelle. La historia está basada en un cuento de Sergio Bizzio. La película narra la historia de una pareja que abandona Buenos Aires para instalarse en una cabaña aislada en las afueras de Pirlápolis, Uruguay poco tiempo después del nacimiento de Alex (Inés Efrón) que es genéticamente intersexual. La historia en la pantalla es la del momento en que Alex tiene 15 años y la familia recibe la visita de una pareja de amigos (Álvaro es un cirujano plástico que acepta la invitación por su interés médico en la hija de sus amigos) con su hijo. Alex en el pueblo es observada como si fuera un fenómeno y sus padres esperan que decida una identidad de género para cambiar su cuerpo a través de una cirugía, pero lo que era claro para su madre y su padre no es tan claro para ella.

El ciclo de cine propone abrir cierta reflexión a partir de las películas proyectadas considerando ciertas discusiones que se presentan ineludibles o precisas en estos tiempos. ¿Cómo definir algo tan trillado como la frase los tiempos que corren? ¿Corren en una sola/única dirección? En principio podemos mínimamente reconocernos (¿advertirnos?) atravesados por una sociedad alienada a una multiplicidad de objetos de consumo inacabables, potenciados todos y cada uno de ellos por una incesante (re)producción de subjetividades vacías.

Los tiempos que corren no lo hacen siempre en la misma dirección: esa lógica alienante del neoliberalismo y el discurso capitalista se muestra atravesado por otros significantes.

A contramano del horizonte de lo instituido y de los gobiernos fascistas que gobiernan no sólo gran parte de Latinoamérica, sino todo Occidente (o al menos una gran mayoría) pero principalmente en respuesta a sus estrategias siempre tan eficaces de dominación, otras voces toman cada vez más fuerza. Así, el concepto de deconstrucción de Derrida, que hasta no hace mucho tiempo se mostraba exclusivo del campo de la filosofía, se inserta en la cultura -quizás de forma inesperada, y siempre a riesgo de caer en la plasticidad de la etiqueta- y sirve de soporte para romper sentido en lo social.

Última fecha

mié

26

septiembre / 2018

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