Según la etimología, la palabra simulacro procede del latín clásico sĭmŭlācrum, que significa “un parecido o semejanza, una imagen como una efigie, un retrato”. Asimismo, sĭmŭlācrum deriva del verbo simulo, simularē, procedente de sĭmĭlis, que significa “representar lo que no es, fingir, falsear, imitar, copiar, reproducir”.

Sobre un conjunto de lienzos horizontales y verticales y de papeles de reducidas dimensiones se desarrolla un ansioso contrapunto de tramas, trazos, derrames, transparencias, superposiciones, texturas, rastros, salpicaduras. El agitado discurrir de una profusa terminología gráfica ofrece a la lectura adicta un territorio de signos que actúan como si asumieran un rumbo de evidencias vocacionalmente nominativas, allí donde sólo fingen hacerlo.

En una desarmonía de factores tan físicos y táctiles como artificiales e inasibles, fingidas adhesiones a los restos óseos de la referencia proveen minúsculos destellos de certidumbre. Son espejismos en un mundo de objetos visuales que sólo se parecen a sí mismos, mientras amagan su semejanza con las infinitas cosas almacenadas en el bazar de lo inexistente.

En tanto simulacros sin modelo,“representan lo que no son” y avanzan solamente a partir de similitudes, en las derivaciones necesarias para extraer de las retóricas del género apenas el vestuario requerido para ser algo, o alguien, sin serlo. Y la mirada no tiene mas remedio que ser cómplice de esta polaridad falsamente especular, en cuyos tácitos extremos sobreviven los dilemas de la forma y el sentido, la materia y la idea, la imagen y el arquetipo.

Quiénes

Artistas: Eduardo Stupía //

Última fecha

mié

31

mayo / 2023

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