Benicio Núñez, el Fausto criollo es una exposición que reúne las 21 ilustraciones originales con las que el artista argentino versionó El Fausto criollo, de Estanislao del Campo: un recorrido por la particular lectura del clásico nacional, en la imaginativas y coloridas tintas de uno de los tantos artistas argentinos a redescubrir.

La muestra, que se podrá visitar en la Sala 2 del tercer piso de la CNB (Riobamba 985) hasta el 12 de enero de 2020, se completa con un video que conjuga el trabajo de Núñez y del Campo, realizado por la Fundación Alon en 1985, con la idea y coordinación de Valeria Fiterman y la adaptación de Marcelo Moreno.

Palabras de Ana Martínez Quijano a propósito de la obra de Benicio Núñez

Núñez alcanza un grado de afinidad e intimidad con la chispeante versión criolla del Fausto que, a pesar de la subordinación que implica la ilustración con la letra escrita, él enaltece su oficio. Sus ilustraciones brillan con luz propia. Más allá de que a la vez, sus dibujos coincidan sin resto con la recreación de la ópera Gounod que, en 1886, el mismo año del estreno en Buenos Aires, publica en versión paródica y bajo el mismo título Estanislao Del Campo, escritor que asegura Borges: “es el más querido de los poetas argentinos”.

Bajo la mirada de Núñez aparece la ironía del poema gauchesco, la gracia de esas peripecias que Anastasio el Pollo le relata a Don Laguna sobre su noche de ópera. El relato comienza con el encuentro de dos gauchos a orillas del río. El Pollo cuenta que llegó a la ciudad para cobrar una deuda y entró al teatro Colón. En la minuciosa narración del drama, la ficción cobra realidad, la representación resulta ante los ojos “ingenuos” del gaucho tan veraz que la aparición del Diablo es relatada como un hecho cierto. La figura del Demonio de Núñez, artista que comparte esa mezcla de picardía e inocencia del hombre de campo, resulta escenográfica y sorprendente, acaso porque como él mismo contaba al evocar su infancia, debía exorcizarse de su propia mitología: “Los cuentos de aparecidos que se adueñaban del espacio, (...) y los feudos de La mujer sin cabeza, La llorona, El Lobizón”. Núñez ostenta más de un rasgo en común con los protagonistas del poema gauchesco. Artista casi autodidacta con la excepción de su primer maestro Amaré, afirmaba: “Yo no quiero hacer magia, para mí pintar es tan fácil como leer una flor. Las cosas me salen solas”. Ese jovencito que llegó a los 18 años a Buenos Aires con un trabajo en un aserradero de Avellaneda, a luchar “contra los maleficios del asfalto”, acabó finalmente por integrar el envío argentino a la Bienal de San Pablo en 1952. Gracias a un encuentro “milagroso” con Tomás Maldonado –que le enseñó los secretos del arte contemporáneo–, en 1946 se integró al grupo de artistas del movimiento Arte Concreto Invención.

Sus ilustraciones del Fausto se alejan, al igual que el poema, de la literalidad de los acontecimientos representados, y es a través de la parodia que ambos –autor e ilustrador– llevan a nuestras pampas un drama universal y lo presentan en clave gauchesca. Si detrás de la parodia se esconde la a veces la tragedia, a Núñez no le tiembla el pulso, aborda con trazo firme las secuencias del drama. Aunque desde el principio al fin, las obras ostentan la teatralidad del escenario y remiten a la idea de ficción. El color juega un papel crucial para la expresividad. El rojo “endemoniado” y también apasionado, se bate a duelo con el azul de los uniformes militares y el amarillo radiante de los soles; el blanco y negro brinda forma y, a la vez, un tono emotivo, a la inmensidad del campo, las escenas del calvario de la prisión y la muerte de la protagonista, y la imagen del Fausto arrepentido y el Diablo por fin vencido.

Quiénes

Artistas: Benicio Núñez //

Última fecha

dom

12

enero / 2020

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