La familia Brandstätter era una de las más destacadas de la industria del juguete en Alemania. Horst Brandstätter, bisnieto de Andreas, fundador de la empresa, en 1950 se dio cuenta de que el éxito estaría en la fabricación de juguetes de plástico y no de metal, como habían manufacturado hasta el momento. Pero fue recién veinte años más tarde que ocurrió el milagro, un hito en la historia de los juguetes. Con la crisis del petróleo de por medio, la empresa decidió que debía disminuir el tamaño de los muñecos que fabricaba. Fue así como nació Playmobil, bajo el mando de Hans Beck, Jefe de Diseño de la empresa.

En 1974 se presentó oficialmente la primera colección de los muñecos en Nüremberg y pronto cedieron la licencia para que se comenzaran a fabricar en distintos países del mundo, como Argentina, España, Portugal, Brasil, Estados Unidos, México y Japón, entre otros.

La novedad de Playmobil fue que pasaron de ser figuras individuales y personajes como piratas, policías, jugadores de fútbol, obreros y guerreros, a constituir también los escenarios en los que estos se desempeñaban. Así, crearon barcos, hospitales, móviles de canales de televisión, escuelas, y hasta el Arca de Noé, con animales incluidos. Según la empresa, "con Playmobil, los niños y niñas pueden asumir una infinidad de roles, además de recrear y experimentar el mundo en miniatura". El objetivo era que pudieran llevar su muñeco en el bolsillo a todos lados. Sin embargo, con el correr de los años, se fabricaron juguetes más grandes, como por ejemplo la edición especial por el 20° aniversario del Papá Noel, en 2015, que tuvo 65 centímetros de altura, un tamaño XXL.

En la Argentina, uno de los más grandes fanáticos de este mundo en miniatura es Juan Dethloff, quien cuenta con una colección de más de dos mil quinientas figuras, que se exhiben en el Museo de la Ciudad hasta el 11 de febrero: un buen plan para la diversión y el descubrimiento de toda la familia.