El reconocido actor estrenó El Equilibrista, un unipersonal que tiene mucho de su vida y de su oficio, y que él define como "el espectáculo más lindo" que hizo. Co- escrito con Mariano Saba y Patricio Abadi, cuenta con la dirección de César Brie.

Después de años en el teatro comercial, a la cabeza de Toc Toc, una de las obras más destacadas de Argentina, Mauricio Dayub se entrega a la minuciosa tarea de recrear un mundo que -antes- solo pertenecía a sus sueños e ideas (quizás también a sus garabatos, en algún cuaderno escondido dentro de la mesa de luz). Con El Equilibrista no solo pone en escena su versatilidad actoral, sino también su vida, la historia de su familia y el teatro que él mismo desea ver.

El escenario, montado en Chacarerean Teatre, cuenta una historia sin palabras. Cada detalle de la escenografía está ubicado estratégicamente para hacer avanzar la trama y, con ella, el vaivén de emociones que oscila entre risas y lágrimas. Hay lucecitas, vestidos, sombras y colores, por algún motivo todo remite a un tiempo pasado, clásico y romántico, a esa historia que se hilvana entre anécdotas y atuendos, entre voces y escenas, entre lo dicho y lo tácito.

“El mundo es de los que se animan a perder el equilibrio”, parafrasea Dayub a su abuelo, y así comienza una recopilación de tiernos relatos familiares. Relatos que conmueven, que hacen viajar al espectador a través del país y del mundo, que invitan a buscar semejanzas con la propia historia… que crean una atmósfera de magia y empatía que atrapa hasta el esperado final.

Luego de sesenta minutos pasando de un personaje a otro, moviendo de aquí para allí los elementos de la escenografía necesarios para cada escena, cambiándose frente al público para pasar de ser un guardavidas de la costa atlántica a una abuelita italiana y fabricando con sus manos cada momento; Dayub corona el show con un hazaña inesperada. Eso que parecía ser una metáfora familiar se transforma en realidad cuando Mauricio se sube a una cinta y hace equilibrio sobre un público que, sorprendido y conmovido, comienza a aplaudir.

  • El actor interpreta su primer desamor.
  • Y la historia de su tío, guardavidas próximo a retirarse.

Zibilia habló con Mauricio Dayub días después del estreno de El Equilibrista:

¿Cómo surge la idea de escribir e interpretar tu propio unipersonal, luego de años de Toc Toc, la obra más exitosa del teatro argentino?

Lo primero que hubo fue un impulso. Empecé a advertir que lo que yo había estudiado y la forma en la que me formé en teatro, no estaba en los escenarios. El teatro que a mí me gustaba no era el que se decía desde el escenario, el que se mostraba, sino el que te hacía imaginar. No tenía que quedarme con eso, sino ver si yo podía plasmar y establecer alguna diferencia. Veía cierta adulteración en muchos rangos de la vida y un día percibí que en el teatro también estaba pasando. No todo lo que subía a los escenarios era teatro. Entonces hablé con dos autores que admiro mucho (Patricio Abadi y Mariano Saba) y empezamos a gestar un teatro intercalando monólogos.

Mis monólogos no me gustaban. Empezamos a pelotear, les pedí más a ellos y elegimos entre muchos. Nos dimos cuenta de que faltaba una mujer -porque eran todos masculinos-. Cambiando unos y otros, gustó la historia de mi abuela, que yo solo la tenía escrita para no olvidarla, como un relato. Así, comenzamos a ligar sus monólogos con una familia, mi familia. Cosas que escribía en la madrugada cuando me despertaba, que no pensaba que las iba a llevar al teatro.

Primero íbamos a ser tres autores y tres directores, pero después conocí a César Brie y tuvimos un amor a primera vista. En el segundo encuentro le propuse que dirigiera un tramo, y lentamente me di cuenta de que tres directores iban a chocar, que la obra se iba a fragmentar y trabajamos con él en todo el espectáculo.

Encontré algo que nunca me había pasado, los directores siempre tienen miedo de incorporar objetos y yo trabajo con muchos, pero César iba a la ferretería y me ayudaba. Buscábamos un artesano amigo, las cosas iban mejorando y fue uno de los mejores procesos de ensayo de mi vida.

Tengo una ilusión muy grande cada vez que tengo que actuar El equilibrista, porque todo lo que está ahí arriba lo hice con las propias manos, con un equipo super talentoso y creativo.

  • En esta obra, el versátil actor toca el acordeón, entre otras cosas.
  • Dayub y Brie estuvieron de acuerdo en darle vida a los objetos en escena.

Parece haber mucho de tu familia sobre el escenario. ¿Cuánto de vos hay en El Equilibrista?

Muchísimo, mis tíos son mis tíos. Me pasa a mí, le pasa a mis hermanos. Son charlas de toda mi vida que pude plasmar en el papel y poner en tres o cuatro frases. A mí me suenan esas poquitas cosas que hay hilvanadas entre monólogo y monólogo. Si el público no viniera, querría hacer la obra igual, porque es como revivir.

Más allá del plus del riesgo de haberme animado a hacer equilibrio sobre la cinta, César tenía un final provisorio porque decía que no iba a ser posible. Quería hacer ese plus que tenían los actores que admiraba cuando era chico, como Buster Keaton o Chaplin -salvando las distancias- que hacían sus propios trucos. Es la esencia con la que me formé en el teatro independiente, donde hacías la escenografía, dirección, iluminación, ahora se fue sectorizando y se fue olvidando que el teatro es todo. Todo lo hago yo, a la vista del público, poniéndole un poco de magia.

Sobre el equilibrio en la cinta, ¿cómo pasó de ser una metáfora que utilizaba tu abuelo a una realidad en escena?

La frase la ponía y César me dejaba, pensando que se iba a quitar, porque no se iba a poder hacer. Cuando iba queriendo incluir la cinta, fui incluyendo la frase. La cinta fue previa a la frase.

Me dijeron que no lo íbamos a lograr en menos de seis meses, entonces encontré en mi cuarto un lugar donde la podía colocar y empecé a practicar muchas veces. La cinta fue una ilusión. Me dijeron que es la primera vez que la cinta está en un teatro. La encargada opinaba que la gente no iba a poder salir. Yo me ilusionaba con artimañas reales, y algunas no tan reales, que se pudieron lograr porque iba los domingos a las 9 AM solo a pensar cómo hacer para que lo permitieran.

En una nota dijiste que es la obra más linda que te tocó hacer. ¿Por qué?

Siempre sentí que escribir y actuar era la combinación perfecta. Ser actor es hermoso, pero escribir y actuar es sagrado. Voy más lúcido por la vida desde que sé que lo que me conmueve e importa lo puedo subir al escenario. Si bien comparto la autoría, he podido estar encima de todo el texto y después intermediarlo, acercarlo a la gente, y que ese texto sea lo que quería decir.

Lo elegí, es esto. Saba me dio más de diez monólogos y haber escogido lo que me gustaría decirle al público, y hacerle sentir lo que pienso que les hago sentir… es lo que me hace creer o sentir que estoy haciendo el espectáculo más lindo de mi vida.


Fotos: Marcos López.