¿Cuál es la distancia entre negro y blanco?

Hay un cuento que inicia con un punto ubicado en algún sector inferior y centrado, e inmerso en un plano blanco y abisal. Un punto ínfimo que (a medida que avanzan las páginas) toma cuerpo y (por eso mismo) se agranda diluyendo su contorno y transmutando en una mancha que crece y que asume configuraciones aleatorias que (por esta costumbre nuestra de aproximar extremos) podrían ajustarse a formas que conocemos. Mientras transcurre el cuento, aquel punto inicial devenido en mancha, pugna por recobrar su perímetro para transformarse paulatinamente en un círculo que podría definirse (ignorando toda ciencia) como un punto expandido. Un punto que es un redondel colosal que sigue insuflando tanto que termina por abarcar completamente la página con su negro pleno. Si observamos ahora dentro de este plano raso y lóbrego con esmero y minuciosidad, descubrimos hacia un lado, un minúsculo error que se percibe como un diminuto punto blanco. En este estadio el relato finaliza con la misma frase inicial, dando por sentado que toda cosa que ocupe el más ínfimo lugarcito en este mundo copioso y descomunal, responde a un comportamiento inquieto y cíclico donde un final es otro inicio y viceversa. Imaginar los extremos como foco de convergencia, como punto de encuentro y de fuga o como estado indescifrable (por ordenado y caótico) donde una cosa es otra porque los términos medios no poseen conjetura posible, es acercarnos a las formas en que Guiot percibe, escoge, procesa, proyecta, procede y construye. En su lógica, la distancia (incluidas todas sus acepciones e implicancias) es un elemento indescifrable, inusitado y hasta posiblemente inexistente porque las cosas suceden y se manifiestan en presente y en yuxtaposición. Este fundamento, este factor, este nodo latente y extraño en el que se sitúa, determina un mundo difuso y ambiguo que pendula con insistencia entre un lado y otro desbaratando ejes y fronteras y entreverando nortes con sures. Entonces, ¿dónde se ubica Pablo en una mesa de bar y, por ende, donde nos ubicamos? O ¿qué sucede cuando una sombra yace bajo una capa de carbonilla que pretende usurpar la entidad y a su vez representarla? ¿En qué trecho se disuelven dos frases que aparentan enunciar lo mismo? ¿Qué teoremas se desarticulan cuando dos líneas paralelas chocan en un punto mensurable y no tan lejano? ¿Qué sucede cuando cientos de contenedores de tinta revierten su función para redefinirse y conformarse como trazos y líneas? Y en este mismo caso, ¿cuál es la correspondencia entre un dibujo y su réplica? Y para finalizar, ¿cuál es la preciosa fórmula de la que Guiot se vale para, entre tanto cálculo, poetizar? Un lugar Otro es ese donde toda ley pura y dura desacierta y desconcierta. Es este plano inflexivo y oscilante en el que la lógica se revierte para demostrarnos la existencia de otro mundo (por el contrario) posible. Es aquel abismal pleno negro que, en algún recodo de su naturaleza absoluta, cobija un microscópico punto blanco. Es el principio de un fin.

Javier Soria Vazquez Tucumán, marzo 2024

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