Hasta los 60, el sexo explícito, como la violencia extrema, existía pero sin verse; se mantenía ajeno a la pantalla. La pornografía estaba fuera de la ley y el circuito que la exhibía era rigurosamente clandestino: prostíbulos selectos, reuniones de hombres o usuarios particulares. Es decir, nada que permitiera algo parecido a la industria millonaria y explotadora que se desarrolló después. Había entonces un decidido amateurismo y también una ¿inocencia? No es la palabra adecuada. ¿Realismo? Algo así.

Se las llamaba stag-movies, porque stag era la palabra que designaba a las reuniones exclusivamente masculinas donde estos films se exhibían. En las stag-movies no suele haber bellezas neumáticas, artefactos rebuscados, ni esfuerzos acrobáticos de satisfacción. Apenas gente común, haciéndolo frente a una cámara. Lo que, pensándolo bien, hace que ya no se trate de gente común. En todo caso, tienen aspecto de gente común y lo que representan son fantasías comunes que, como cualquier forma de representación, dependen de la sociedad de la que surgen. Los elementos para que el espectador se identifique suelen estar tan presentes como en el cine clásico, con el valor agregado de que, para hacerlo, el porno puede apelar a situaciones absolutamente ausentes del cine comercial normal.

Última fecha

dom

2

agosto / 2015

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