Las obras de Samantha Ferro presentadas en sala señalan los vínculos no siempre visibles entre moda, ortopedia, religión y consumo, exponiendo con mucha precisión cómo durante años, a través de operaciones estilísticas y políticas, los sistemas de poderes han trabajado sobre el disciplinamiento de los cuerpos creando patrones propios de normalidad y gestando modelos hegemónicos de reproducción de visualidades corporales.

Estas esculturas (o collares/talismanes/rosarios/balanzas) están organizadas en sala en formato de peregrinación. Es que la literatura bíblica, ya desde el Génesis, propone a los tormentos físicos y psíquicos como una forma de castigo administrada. En la expulsión de Adán y Eva del Edén importa no sólo el sometimiento a la figura de la autoridad mandante sino más bien la sanción subterránea que implica el fin de la desnudez y de la naturalidad del cuerpo y el devenir del uso de la ropa y de los trajes para tapar la vergüenza cristiana. El cuerpo es entonces desde los inicios de Occidente un objeto público digno de ser tipificado, legislado y moralizado por reglas de uso para su adecuación social.

La invisibilización del dolor de las estructuras ortopédicas debajo de la ropa, el peso del adorno/joyería/amuleto y la sensación de incomodidad de los arneses, ganchos y colgajos presentados en estas esculturas por la artista ejemplifican de un modo claro cómo las funciones sociales del vestir condicionan las formas propias de los cuerpos, originando a su vez nuevos comportamientos, posturas, símbolos y performatividades.

En estas obras hay ruido de huesos, de pieles apretadas. Está lo muerto, lo roto, lo expiado y lo denso que se fusiona con el deseo, con lo instintivo, con lo divino, con el poder. Y también hay una pregunta: ¿para qué sirven las espinas?

Quiénes

Artistas: Samantha Ferro // Curador: Joaquín Barrera //

Última fecha

sáb

13

noviembre / 2021

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