Una vez más, la discrecional dialéctica entre pinceladas y líneas parece ser el leiv motiv de la obra actual de Julio Gómez. Cuando con el nervioso pulso del pincel llena los intersticios y grietas que escasamente dejan los entresijos, articulaciones, signos y relaciones de contiguidades y superposiciones lineales, el carácter de la polirrítmica arquitectura resultante es al mismo tiempo vibratorio y constructivo. Una base de subdivisión geométrica con límites laxos apenas se entreve en el fondo del cuadro, detrás de la dinámica de trazos secos y quebradizos, de curvas aceleradas o centrípetas, generando un efecto de profundidad facetada, tallada en cicatrices de reverberación cromática y espacios de color modulado, a medias estructurales, a medias volubles.

Por momentos, las pastosidad de la materia es áspera, como una carraspera visual, En otras instancias, hay una cualidad cerúlea y gomosa, en cuyos poros respira la blandura maleable de una tactilidad altamente palpitante. La convulsionada unidad que cohesiona de punta a punta todo el plano parece de repente habitada por suscintas configuraciones objetuales, antropomórficas, ornamentales, sin que ninguna llegue a manifestarse del todo como tal. La dualidad entre la apariencia formatoria, entre el sentido simulado y el sin sentido fenoménico, dan a toda la muestra la fisonomía de una urdimbre bilingue, entre la lengua de la pintura y el lenguaje del dibujo. Y cuando éste es específico, cuando parece esquelético y aislado, como una muestra de tejido gráfico de laboratorio, tambien allí la epidermis de la hoja es atacada por un viral hormigueo hipertrofiado.

Todo habla de una constante transformaciòn endógena que captura magnéticamente la atenciòn y lleva la mirada hacia adentro del cuadro, para que atravesemos y recorramos un territorio transitable que es al mismo tiempo terra incognita.

Quiénes

Artistas: Julio Gómez //

Última fecha

dom

23

octubre / 2016

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