Sabemos que la comunicación no está basada solamente en la representación de objetos. Sino, en la sugerencia de sentimientos y estados de ánimo, mediante su asociación con formas y colores provistos de esta capacidad, precisamente, por no figurar algo externo. Lo anterior resulta posible, porque las formas y los colores elegidos tienen una fisonomía decididamente expresiva. Es dentro de ese criterio donde se ubica Adriana Agüero para construir sus obras. Las manchas de color, las líneas, las siluetas, y sus efectos de factura actúan sobre nosotros como un todo cargado de sentimiento, de eso se trata su búsqueda poética. Aunque estos signos puntualmente nada signifiquen, pueden no obstante, ser objeto de una organización significante no representativa. Que es su modo de percibir, y estar el mundo.

Por lo que se podría argumentar, que en este caso- mediado por la profesión de orden estético de su artista- su trabajo podría responder a reglas internas de su propia estructuración de la imagen. Las cuales por una parte, remiten y responden a esa búsqueda explícita de belleza. Y por otra, al terreno de su experiencia inconsciente, revelándonos por momentos un costado romántico, que esconde una atracción por el enigma de la figura femenina, y todo aquello que gira alrededor del gineceo. Que es otra de las facetas de su narrativa, sino la más relevante.

No sabemos sí el arte y la belleza se encuentran tan estrechamente unidos a través de la historia, si son dependientes, interdependientes o independientes. Pero si podemos afirmar, que cuando miramos una tela, y la mirada del mundo que nos devuelve es un mundo hasta ese entonces desconocido, sea la respuesta que sea, estamos seguros de que nuestra existencia se amplía.

Quiénes

Artistas: Adriana Aguero // Curador: Blanca María Monzón //

Última fecha

mié

7

diciembre / 2016

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