El repaso más somero por la historia de la fotografía nos permite constatar hasta qué punto la invención de la cámara ha transformado nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Este invento, que en sus orígenes fue pensado como una herramienta para asistir a la investigación científica, cambió por completo la manera en que observamos a nuestro alrededor y capturamos las situaciones que nos acontecen a diario. De hecho, podría afirmarse que la cámara fotográfica es el dispositivo que nos enseñó a mirar, que le otorgó importancia a la banalidad de los sucesos cotidianos, y que nos acostumbró a atesorar los instantes triviales y extraordinarios del devenir, la realidad y la vida.

Guillermo Otero explota las virtudes de esta máquina de mirar. Incansable, transita por el planeta reteniendo instantes que son, al mismo tiempo, fugaces y únicos. Algunos son el resultado de la observación paciente, de la búsqueda del encuadre adecuado, de la espera a que cierta configuración visual traduzca la singularidad de un personaje, un espacio o un acontecimiento. Otros son encuentros casuales, decisiones tomadas en el lugar apropiado y el momento justo. Cualquiera sea su origen, en todos ellos se percibe la voluntad de un comentario. Un impulso por dejar un testimonio enraizado en un tiempo social – el nuestro, el que identificamos de inmediato con la contemporaneidad –, pero también, un posicionamiento enunciativo que es irrenunciablemente suyo.

Cada fotografía es un punto de vista y un relato. La memoria de un suceso acopiado para la posteridad y la materialización del deseo de proyectarlo a la manera de una declaración personal. Ésta aparece con frecuencia en los nombres con los cuales el autor bautiza a sus series de trabajos. Títulos como El amanecer no dura toda la mañana, todas las cosas deben morir; Fieles y pelegrinos: todos quieren ser Messi; o Las cosas brillantes siempre salen de repente, no sólo otorgan cierto matiz literario a los conjuntos, sino que los proponen también como el punto de partida para una interpretación poética de la realidad apresada por la cámara. Señalan que en cada una de las fotografías hay un trasfondo todavía por descubrir y que sería conveniente – e incluso necesario – prolongar el acto de la contemplación. Por otra parte, títulos como esos son orientativos, dirigen la mirada y agudizan la percepción, aunque no las determinan por completo. Introducen otro componente a integrar a la visión que la enriquece y complejiza, impulsando el desplazamiento desde el reconocimiento de la imagen hacia una experiencia de sentido.

Otero es un cazador de situaciones y personajes. Aunque algunas series específicas denotan un carácter premeditado, el grueso de su producción no comercial – porque la fotografía es, para él, profesión y arte – surge de la esmerada observación de sucesos de la vida cotidiana. Es aquí donde descubre los elementos que llaman su atención y que decide compartir con los demás: unos sombreros extravagantes, el universo de la marginalidad urbana, las geometrías que destacan las formas de determinados edificios, la naturaleza que es capaz de transmitir cierto tipo de estado emocional, algún acontecimiento entre extraño y desopilante. Con todos ellos construye un corpus de obras plurales y heterogéneas que crece con independencia de cualquier imposición temática o estilística, impulsada tan sólo por la curiosidad y el interés personal.

Muchas de estas obras nacen como resultado de sus continuos viajes. La diversidad de contextos lo estimula a producir, tanto por la transitoriedad de las visitas – que invitan a preservar los instantes irrepetibles – como por las singulares realidades con las cuales se encuentra. Así, sus fotografías registran ámbitos urbanos y naturales, poblados y solitarios, turísticos y anónimos, familiares e ignotos, del interior y el exterior de nuestro país. Del cotejo de esta vasta producción surge una suerte de estudio sobre el mundo contemporáneo con su extraño sincretismo de regionalismo y globalización.

Quiénes

Artistas: Guillermo Otero //

Última fecha

dom

4

septiembre / 2016

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