Vasari Galería presenta Iaros. La mirada quebrada.

En los años cincuenta y sesenta, Iaros era un personaje infaltable del paisaje de la bohemia de las calles Viamonte, entre Maipú y el Bajo, y Corrientes, entre Talcahuano y Callao; también de los pequeños grupos que se formaban alrededor de la librería de Fiorentino y de los bares de Parque Rivadavia cercanos a su domicilio.

Llevaba siempre su cámara fotográfica colgada del cuello y deambulaba todo el día por la ciudad; captaba los rincones ocultos y las situaciones insólitas, rescataba la atmósfera de ciertas calles y casas y de los viejos cafés. La fotografía no era para él un oficio –rara vez ganaba algo–, sino su modo de vida; gustaba llamarse a sí mismo “fotógrafo metafísico” o “poeta de la fotografía”.

Como tantos otros que recalaban en el puerto de Buenos Aires, había llegado de muy lejos, de Ucrania, y su extraña fisonomía, tez muy blanca, cabellos rubio ceniza, un rostro de lobo estepario, lo volvía inclasificable. Su edad era asimismo indefinida, y según se lo mirara parecía un adolescente o un anciano. Se llamaba Iaroslav Kosak, pero pocos sabían su nombre completo; se lo conocía por Iaros.

El destino de los negativos de Iaros es incierto; algunos presuntamente estaban en manos de un fotógrafo amigo, Balducci, o del pintor Rómulo Macció, a quien solía visitar en su estudio de La Boca. Ambos murieron. El recuerdo de Iaros se diluye casi hasta perderse, porque depende de las huellas tenues de luz y sombra sobre sus fotografías. Su final fue tan extravagante como su vida: desapareció del manicomio e inexplicablemente se esfumó.

Quiénes

Artistas: Iaroslav Kosak //

Última fecha

vie

14

octubre / 2022

También te puede interesar