Un pequeño Hombrecito está solo y espera. Espera la amistad de los demás, de sus vecinos a quienes él amablemente saluda para iniciar un diálogo que siempre es rechazado.

Triste está, cuando un día se acerca a su puerta un perro al cual le arroja una galletita que éste devora con mucho apetito. A esta galleta le sigue una y otra más que desaparecen rápidamente en la garganta del animal. Agradecido, lame la cara del Hombrecito. Luego se despiden.

Al día siguiente el hombre espera en la puerta al perro. Cuando éste llega se repite el juego de las galletitas. El perro vuelve a agradecerle al Hombrecito y parte nuevamente. El hombre es enormemente feliz. ¡Por fin tiene un amigo! Se dispone a dormir, cuando de pronto el perro está otra vez allí con su valija y la caja de cartón que le sirve de cama, dispuesto a vivir con él. El Hombrecito lo invita con una opípara cena y le baila una danza española para homenajearlo. Cuando ambos están con sueño, el perro despliega su caja de cartón, pero el Hombrecito le ofrece su propia cama. Lo arropa y le canta una canción de cuna. El perro se duerme profundamente.

Así siguen los días llenos de felicidad y aventuras mientras pasan las estaciones: invierno, primavera, verano y otoño.

Cuando de pronto aparece una niña que atrapa la atención del perro. Ambos se divierten al encontrarse, lo que produce en el Hombrecito un sentimiento de abandono. Triste, decide dejar el lugar a la recién llegada. Vuelven los días tristes para él.

Mientras el perro, por su parte, también supone que lo han abandonado, y llora la pérdida del amigo. Pero el Hombrecito decide buscarlo y es enorme la alegría cuando ambos se reencuentran.

Sobre texto de Barbro Lingren. Dirección: Hugo Alvarez.

Última fecha

vie

25

julio / 2014

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