Para materializar la arquitectura, el proceso de construcción genera una cantidad de “instantáneas” que sólo la capacidad de la fotografía como tal, puede capturar dentro de un proceso visual amplio, casi sin límites.

La arquitectura está hecha como contenedor para el desarrollo de distintas funciones, proteger, establecer límites, perdurar a través del tiempo, como seña de identidad de un determinado momento. Su proceso constructivo es todo lo contrario, es cambiante, se modifica a cada instante, quedando muchas veces oculto.

Nos regala constantemente formas, líneas, texturas, métodos de elaboración, situaciones únicas que a veces se pueden repetir, otras veces no.

No se intenta plasmar un compendio de geometría o de construcción, sino actuar como un “atrapador” de líneas, planos y formas cambiantes, que quedarán fundidos, cubiertos o escondidos en lo que serán las futuras edificaciones.

Pretendo acercar al espectador a mi realidad de arquitecto y director de obras con el fin de replantearse situaciones domésticas fuera del marco que encierra la rutina diaria. Pretende romper esa mirada, habitualmente fugaz, dirigida a nuestro entorno y transformarla en una mirada más contemplativa. Hacer un alto y percibir esos detalles causando así un efecto subyugante, descubriendo diferentes puntos de vista. Observar la plasticidad en cosas banales elevando nuestro entorno, a menudo infravalorado, a otro nivel adquiriendo un valor estético, siendo el espectador testigo de una nueva percepción de lo cotidiano.

Como resultado, aparecen estos laberintos o imágenes laberínticas que indudablemente son el producto de la mirada interior. Esta mirada desde dentro, que no deja de fascinarse con estas geometrías que desaparecen, pero que por otra parte me ayudan a entender y mostrar mi laberinto interior o dicho de otra forma, mi tránsito por la vida.

Arq. Daniel Rivoira

Última fecha

mar

28

febrero / 2017

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