En el texto curatorial de esta exposición Ariel Autier escribe: "Desde su invención, la fotografía nos ha dado retratos. Poses, gestos y miradas se entremezclan en esa suerte de teatro de la personalidad que se organiza siempre que una cámara enfrenta a un cuerpo. Juegos de máscaras que no ocultan, sino que están mucho más cerca de revelar y que en sus imposturas permiten ser uno y a la vez otro.

"Si un doble de cuerpo es una persona que sustituye a un actor en las escenas que este último no desea realizar, el doble de cuerpo fotográfico que plantea esta muestra -al igual que el de la película de Brian de Palma- explora las posibilidades que sí parecen desear los cuerpos y personas que las interpretan. Ese deseo de convertirnos en nuestro propio doble a través de ese doblez en lo real que se propone la fotografía.

En su serie Mundo del arte (1988-2000), Alberto Goldenstein retrata las personas que se movían en su círculo social íntimo. La mirada instantánea pero también formalmente implacable del fotógrafo se en-tremezcla con la cándida complicidad de sus retratados para conformar lo que además, hoy a la distancia, se convierte en el documento social de una tribu de amigos, de artistas, de una era. Capturas de épocas pre-digitales, anteriores a la autoconciencia de la pose mediatizable, en que la relación de la mirada hacia la cámara funcionaba de manera radicalmente distinta a la que enfrentamos en esta etapa de circulación instagramática e inmediata de las apariencias. El fotógrafo, su cámara y su flash como otro disfraz más en esa fiesta modelada por la luz y el color en el medio de aquellas relaciones analógicas. Todos los gestos y los modos de esos cuerpos transformándose en las esculturas que esos personajes son en el futuro, tan lejos y tan cerca de esas posturas congeladas en el tiempo.

"En otro extremo de la visualidad, al menos en una primera lectura, parecen ubicarse las obras recientes de Raúl Flores, sus primeras fotografías en estudio y de personas. Si su obra siempre hizo (des)enfoque en lo más banal y cotidiano de nuestra vida contemporánea -heladeras, piletas de cocina, parques temáticos o cestos de basura- para convertirlos en monumentos cuasi escultóricos gracias a la ampliación fotográfica y su mirada impúdica, estas nuevas fotografías monumentalizan a otros hitos modernos. Flores decidió rehacer fotográficamente obras de artistas argentinos que particularmente lo cautivan, como en estos casos, las pinturas de Ricardo Garabito o de Juan Tessi. Estudios de tipologías y actitudes corporales, en que la ironía, el humor y el deseo de las obras originales es remarcada y colocada al frente con el detalle, el foco y el ojo clínico de Flores, en hiper-reales puestas en escena de puestas en escena. Retratos no ya de personas, sino de otras obras de arte, de pinturas puestas en diálogo con la fotografía en trabajos de interpretación, traducción y adaptación. De cuerpos que en su pintarrajeada simulación barroca no dejan tampoco de ser también retratos de una nueva tribu, de modelos que también son artistas.

Diferentes son sí esos modelos que habitan en las imágenes de monumentos de Goldenstein. Ancladas en su bronce, estas figuras históricas son devueltas a su selva urbana, caótica, llena de luces, colores y formas. Todo conspira a favor de su perdida notoriedad, que con esas muecas ya desgastadas de sus rostros distantes, intenta devolver la mirada desde lo alto de sus pedestales. Sólo a través de una lente como la de Goldenstein puede darse esa fusión de universos, pueden esas figuras recuperar gestualidad aún desde su alejamiento, convertirse en imagen.

Retratos de presencias y de ausencias, que navegan entre intimidades, extimidades y lejanías. Testimonios del tiempo hecho fotografía. Recuperado por las miradas de dos de los observadores más exquisitos y punzantes que la fotografía argentina dió en las últimas décadas."

Última fecha

vie

20

julio / 2018

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