La elección de estas doce mujeres para una exposición, en el marco del bicentenario de la declaración de la independencia, no es algo que la artista elija al azar. Son mujeres audaces, descubridoras, poseedoras de una femineidad profunda; de una libido no estática, siempre en movimiento. Creando y modificando la realidad de una sociedad que no alcanza (aún hoy), a desarrollar un espacio de plenitud que facilite ese despliegue. Donde ocupar los espacios del hacer es arduo y muchas veces vedado a la condición social de la mujer; ellas no vieron solo restricción en los límites, sino que al igual que la artista que hoy las convoca en sus cuadros, hallaron un marco para la creación, para la maravilla de la vida.

Dueñas de sus propios medios, ellas no necesitan rivalizar con lo masculino. Como escribió F. Doltó: “es indispensable que desempeñen su irreemplazable papel en la sociedad… no están interesadas en la paternidad de lo que hacen, en ser reconocidas como autoras de su fecundidad. Están tan seguras de ser madres de lo que ellas crearon, que no tienen necesidad que las personas se lo reconozcan, desde el momento mismo en que su obra vive”.

Esto impulsa un sentimiento de libertad, que no está contaminado por el ansia del acto espectacular. Allí, en esa libertad, es donde pueden coexistir lo masculino y lo femenino en un vínculo armónico de desarrollo.

1816 fue un inicio para la sociedad, la declaración de la independencia. Y ésta, fue el verdadero descubrimiento; entendido como un proceso de crecimiento socio-cultural inacabado, que doscientos años después, sigue buscando su camino.

Última fecha

dom

31

julio / 2016

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